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Nada.

ISAURA OCAÑA


Duermes plácidamente sobre la cama y yo sólo puedo observar la suave piel de tu cuerpo enredada en las sábanas, quisiera decir que aún siento la calidez de tu abrazo o que me provoca algo tenerte vulnerable y a mi disposición. Te observo, pero nada pasa. No es suficiente estar sentado en esta silla tomando un trago para olvidar el amor perdido, mientras me engaño a mí mismo convenciéndome de sentir algo inexistente y la muerte inquieta me coquetea en cada sorbo de ron.


¿Por qué no puedo dejarte ir? Es probable que seas la distracción perfecta para el vacío de una vida llena de nada y, así, eres insuficiente. Tal vez eres el consuelo para aliviar la soledad que producen mis noches de desvelo y tu cuerpo perfecto me permite saciarme al saberte satisfecha entre mis brazos o abrazándome mientras tu cuerpo tiembla ante la explosión de placer. Ninguna de esas razones me parece suficiente.


Cabeceo levemente y cierro los ojos. Al abrirlos de nuevo no estás, la cama está vacía y sé que es el momento para sacar una nueva botella o una pluma y papel para mantenerte viva en unos versos insulsos, simplemente para olvidar que hace unos años me dejaste solo para cargar con mi existencia y la falta de la tuya. Ambos sabemos que es mi culpa que te fueras, al quedarte conmigo te contagié mi mala fortuna y seguramente la frialdad de tu cuerpo debió ser la mía, me arrebataste del descanso eterno que tanto he esperado. Por eso te odio.


Voy por la botella para sentarme en la misma silla y servir los siguientes tragos. La habitación está repleta de envases de ron, whisky y del rencor contenido de tu despojo. He quitado cada retrato y trato de borrar tu recuerdo, ahogarlo y, de paso, arrastrarme por el mismo camino. Escribiré los últimos estragos de mi existencia antes de ingerir la capsula de muerte contenida para acompañarte a la nada y para comprobar que no estás en ella, ni yo estoy en ti.


Aún vive en mi memoria el día que decidiste alejarte y la imagen de tu cuello columpiándose en un collar de soga gruesa, tu cara pálida cubierta por tu cabello, y no pude contener mi egoísta deseo de querer ocupar ese lugar, por querer que sufrieras mi ausencia para dar un poco de significado a mi entidad. Es vaga la evocación de aquella ocasión y de los policías interrogándome, acechando mi desdichada envidia, la que traté de hacer pasar por un profundo dolor ante tu abandono y, a la fecha, soy el sujeto que provoca lástima en las personas del vecindario. Estuviste en las noticias y fue así como supieron que era poeta. Patético.


Fui la causa de todos tus males, pero tú llegaste a acrecentar mi desdicha y me has llevado a una gran nada, que hoy termina con una dosis de cianuro. La muerte sabe más dulce cuando el alma torturada la implora y prepara el momento ideal para disfrutarla con el agónico placer de saber que se va quedando sin respiración. Su cuerpo inerte sucumbe ante la frialdad de la nulidad.


 

Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana y cuenta con carrera técnica en Contabilidad. Es originaria de Xalapa, Veracruz; vive en la ciudad desde su nacimiento. Protagonizó la obra de teatro “Ciahuameztli Nenequi Icihuca” (“La Señora Luna sigue caminando”), monólogo escrito por Ana Iris Nolasco, el cual se presentó el 08 de marzo de 2016. Escribió guion para TeleUV y participó en la realización del Spot de la FILU 2018.

Es apasionada por las artes; la lectura y la escritura la han acompañado a lo largo de su vida. Escribe teatro, cuento y ensayo.

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