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Alterno interno

ARTURO GUTIÉRREZ


- […]La internalización de Berger, entonces, nos produce una profunda necesidad de reinterpretarnos a través de la sociedad, pues sólo así podremos estar completos.

- Profe…

- Sí, diga

- ¿Eso quiere decir que nosotros formamos la sociedad? O, ¿la sociedad nos forma?

- ¿Y cual es la diferencia?


El viejo profesor se paró de su silla, se acomodó los lentes y el bigote. Deambuló un poco por el salón de clases, en acomodo de tertulia. Se quitó los lentes y sacó del bolsillo externo de su saco un paño. Los tacones de sus zapatos perfectamente boleados, aunque un poco viejos ya, retumbaban en el silencio con un delicioso eco de modernidad.


- Entonces, Sr. González. ¿Cuál es la diferencia?

- No, pues, no sé, profe. O sea, sí la hay ¿no? En una, nosotros tenemos la culpa de que la sociedad sea así y, en la otra, la sociedad es la que tiene la culpa de que seamos así.

- ¿Culpa? ¿Culpa? ¿Por qué hablamos de culpa, Sr. González? Aquí veo dos problemas; uno: usted habla de la sociedad como un agente externo, un ente, una mano invisible que no se realiza o materializa más que por sí misma. Dos: la culpa se define como la responsabilidad o causa de un suceso negativo o perjudicial. ¿Cuál es ese suceso negativo? ¿Existir? No, Sr. González, no hay culpas ni problemas. Sólo situaciones y reacciones.


Decía el profesor mientras se sentaba de nuevo frente al salón. Esperaba la intervención del Sr. López, pero se encontraba muy absorto en algo que probablemente era una tarea de matemáticas.


- Pero, profe…

- Diga, Srita. Leyva.

- Ya sentando lo que leímos con Peter Berger y Popper en la situación del país, o sea, no es como que yo hago algo malo para que la situación esté así. Ni usted, ni probablemente nadie de este salón. La sociedad ya estaba así y por más que hagamos algo nosotros no la podemos moldear.


El profesor hizo un ademán con la mano para detenerla, se reclinó sobre su asiento. Miró al techo y suspiró. Tomó su corbata de rayas con la mano izquierda mientras la aplanaba con su mano derecha y bebió un sorbo de café.


- Con el simple hecho de respirar ya está construyendo sociedad, Srita. usted viene incompleta de nacimiento y quiere imprimir desde y hacia la sociedad aquello que le va a ser mantenerse viva los próximos 50 o, con un poco de fortuna, 60 años. Lo que no se da cuenta, señorita., si me lo permite, es que usted en su cabeza puede hacer lo que sea.


El viejo se puso de pie con una mano en el escritorio y la otra mano con el dedo índice apuntando su sien. Se encaminó a la puerta para cerrarla, pues algunos alumnos de otras clases ya estaban saliendo. Observó su reloj. Caminó hacia la ventana. Comenzó a deleitarse con el movimiento de los árboles, el viento acariciando las hojas, las ardillas…


- ¿Y usted qué está haciendo, profe? ¿Qué está haciendo por el país?


El profesor torció la cabeza.

- ¿Yo? Pues…


Tartamudeó un par de segundos.


- El profe da conferencias, nos ayuda a nosotros, que somos los constructores del futuro, a prepararnos y que no seamos lo mismo que nuestros colegas en el poder…


El profesor le lanzó una negativa con la mirada a Nicolás.


- Es una pregunta válida, Sr. López.

- Lo sé, profe. Al final usted está con su traje de buena calidad, con unos zapatos de uso pero de buena marca, sentado detrás de su escritorio escribiendo. Su única arma puede ser su pluma. Pero, ¿qué cree? Al fin de cuentas, es usted profesor de la escuela con más políticos activos, es aquí donde se forjan los que están tomando decisiones allá. Y no veo que nada se esté haciendo aquí.


El muchacho había dejado cualquier cosa que estuviese haciendo con anterioridad. Estaba inclinado hacia delante, con los puños cerrados, el ceño fruncido y casi mordiéndose el labio. Lleno de coraje y juventud.


- Así es, Sr. López. La causa implica toda una vida. Hoy en día me dedico a darle una buena vida a mi esposa y mis hijos. Y ahí es donde moldeo yo a la sociedad. Verá, la sociedad me dice que me haga cargo de mis hijos y yo la moldeo adoptando esa doctrina con la más ferviente de las causas; con una pequeña esperanza de que así pueda mejorar el mundo. Oh, no, pero las cosas no funcionan así. Las cosas no cambian con el hombre promedio y simplificado. Las cosas cambian cuando se forzan a cambiar y el cambio implica espíritu, ímpetu y sacrificio. Y no de uno sólo, sino de varios. Cuando el hombre promedio es el hombre distinto. Sólo así.


El profesor dejó salir a sus alumnos, volteó a ver sus escritos. Gotas comenzaron a resbalar desde sus mejillas hasta los pergaminos que tenía enfrente. Tanta filosofía, tanta sociología, artículos, columnas y conferencias. El peor castigo del hombre es no poder ver en vida el poder de sus palabras y de sus acciones. Y maldito el hombre que lo logra, pues cambios tan prontos sólo pueden ser para mal.


 

Estudió Matemáticas Aplicadas en el ITAM con estudios parciales en la UNAM y la Universidad de Estocolmo. Ha sido profesor de Matemáticas en nivel superior y medio superior en varias instituciones públicas y privadas. Actualmente se dedica al deporte, desempeñándose como atleta profesional y entrenador de triatlón. Sin duda, reconoce el deporte, la escritura y literatura como formas intrínsecas humanas de expresión artística.

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