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Asperger.

MELISSA MONTAÑO PÉREZ


Debajo de la cama de mi hermano menor, se esconde un monstruo que aterroriza a mis padres y a mí desde hace dos años. Lo vimos llegar y lo hemos visto crecer y hacerse más fuerte. Mi hermano menor no lo ha visto nunca y no sabe que, debajo de su cama, vive un monstruo que tiene aterrada a su familia. También la abuela lo ha visto y le ha dicho a mi padre que haga algo, pero mi padre se niega a aceptar que esa Cosa existe y es que papá le tiene miedo. Los padres de mamá también lo han visto, pero no se atreven a decirle que ya saben que en casa hay un monstruo. Mis padres y mis abuelos maternos no quieren aceptar su existencia. Sólo la abuela, la mamá de papá, es valiente para decir que en la casa de su hijo vive un monstruo.


Cuando mi hermano menor se despierta para ir al colegio, el monstruo despierta con él y aunque el pequeño no lo puede ver, sé que esa Cosa lo acompaña todo el tiempo, está con él en todo lugar y lo domina desde que despierta hasta que vuelve a dormir. Mi hermanito lo lleva cargando sobre sus hombros mientras baja las escaleras para ir a la cocina y desayunar; también lo carga cuando sale de casa, sube al auto con papá y ambos se dirigen en camino a la escuela. Ya en el colegio, sin que mi hermano menor se dé cuenta, el monstruo se lo lleva a un lugar donde no haya nadie para que puedan jugar solos. No lo deja hacer amigos; lo mantiene alejado de los demás pequeños y por eso mi hermano no sabe quiénes son sus compañeros.


Nuestra nana me contó hace poco que había visto un monstruo en casa. Yo le pregunté cómo era y ella me respondió que no tiene forma pero que está segura de que no le gusta la luz porque cuando lo ha visto, ha sido debajo de la cama y cuando las lámparas de las habitaciones estaban apagadas. También me dijo que cuando quiere salir y la luz entra por las ventanas de la casa, el monstruo toma el cuerpo de mi hermano como escudo para protegerse. “Se disfraza con el cuerpo de tu hermanito y anda por la casa sin que lo veamos”, me dijo. “¿Y cómo sabemos cuando mi hermano es mi hermano o cuando es el monstruo disfrazado de mi hermano?”, le pregunté. Me respondió que nunca más veremos a mi hermano menor como era antes. El monstruo vive dentro de él desde hace mucho tiempo y ahí vivirá para siempre.


“Papá, hay que hacer algo”, le dije a papá, pero tan sólo se enfadó conmigo y me ordenó dejar de decir que mi hermanito necesita ayuda. Mamá también me escuchó pero me ignoró. Yo creo que a ellos también les dan miedo los monstruos y por eso no quieren aceptar que en nuestra casa vive uno que se disfraza de mi hermano para protegerse de la luz. Tengo miedo de que pasen los días y esa Cosa siga creciendo dentro de mi hermanito. “Eso es algo inevitable, pequeña”, me dijo nuestra nana, y me explicó que la palabra inevitable significa que algo va a suceder, sin importar lo que hagamos para evitarlo. Eso va a ocurrir. También me dijo que si lo enfrentamos desde ahora, podemos ayudar a mi hermano a ser feliz aunque tenga un monstruo oculto en su cuerpo.


Yo quiero ayudarlo a ser feliz y todos queremos que él sea feliz, pero no todos quieren aceptar que mi hermano menor vivirá toda su vida con esa Cosa dentro de él. Mi abuela, la mamá de papá, vino hace una semana a visitarnos y habló con papá del monstruo. Le dijo que tenía que llevar a mi hermanito a un psicólogo. No sé qué sea eso pero creo que es un doctor que sabe curar a los niños que tienen monstruos dentro de ellos, como mi hermano menor. Papá dijo que no, que su hijito está completamente sano y que no necesita ayuda. Mamá nunca opina nada sobre el tema, pero mi nana y yo sabemos que ella sabe que lo que antes había debajo de la cama de mi hermano menor, ahora vive dentro de él.


El monstruo habla con la boca de mi hermano menor, pero yo pienso que no le gusta hablar porque cada día mi hermano habla un poco menos. “Le cuesta comunicarse”, dice mi nana. Me siento muy triste porque he perdido a mi hermano y en el cuarto de al lado, ya no duerme él sino esa Cosa que tiene metida en el cuerpo. Lo extraño. Lo más molesto es que este monstruo es muy ordenado. Obliga a mi hermanito a ordenar sus muñequitos sobre la línea que marcan los azulejos del piso, sin que ninguno se vea desacomodado; la otra vez, la nana pateó sin querer ese camino de muñequitos y mi hermano menor enloqueció. “Le obsesiona el orden”, dice mi nana. Esa noche lloré porque sabía que mi hermanito se había ido, pero la nana me dijo que había una forma de recuperarlo: “Tenemos que convencer a tus papis de que lo lleven al psicólogo”. Al doctor que sabe curar a los niños de los monstruos. “¿Y eso nos devolverá a mi hermanito?”, pregunté. Ella dice que no, pero que al menos el monstruo será amable con él y podrán llevarse bien. “Podrá llevar una vida normal”, me dijo. No entendí muy bien. Suena bien.


Ayer, una amiga de mi nana vino por ella antes de que mis padres regresaran del trabajo. Observó a mi hermano menor por un rato, charló en la cocina con mi nana y hablaron del monstruo: “Casi no habla y tampoco socializa. En la escuela, se aísla de los demás. No juega con nadie. En su fiesta de cumpleaños, no participó en ninguna de las dinámicas y todo el tiempo parecía estar perdido, ¿recuerdas? Además, no tolera los cambios de rutina” le dijo mi nana a su amiga. Ah sí, yo sí recuerdo la fiesta de cumpleaños y también recuerdo que la amiga de mi nana estaba ahí. Mientras ellas hablaban, mi hermanito veía la televisión, o eso creo, es que no sé si la estaba viendo o solamente estaba ahí, sentado, sin moverse, como hace desde tiempo atrás. La amiga de mi nana quiso ponerle nombre al monstruo: “Seguramente es un ‘tea’. Puede ser Autismo o Asperger, pero necesitan un diagnóstico real”. A mí me gusta más Asperger.


Así que Asperger vive dentro de mi hermanito y se quedará con él para siempre, pero dice la amiga de mi nana que si lo llevamos al doctor cuanto antes, podemos ayudar a que Asperger y mi hermano se lleven bien. Estoy decidida a convencer a mis padres de que lleven a mi hermanito con ese doctor, aunque todavía no entiendo por qué no quieren enfrentarse al monstruo. Yo ya lo he hecho y creo que no es malo porque nunca nos ha hecho daño. Le pregunté a mi nana por qué mis papis, siendo adultos, aún le tienen miedo a los monstruos. “Ay, pequeña. Un monstruo como ese no se enfrenta como los otros monstruos que te dan miedo y en una familia como la tuya, donde el dinero sobreabunda y la reputación lo es todo, un monstruo así no es fácil de aceptar”. No entendí nada, pero creo que ya no estaba hablando conmigo sino con ella misma. Lo único que sé es que yo quiero a mi hermanito, lo quiero con todo y Asperger.


 

Nació en Xalapa, Veracruz el 30 de abril de 1995. Es Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana (UV); sus trabajos de investigación están principalmente encaminados en el área de la lingüística. Ha colaborado como reportera y correctora de estilo en el Departamento de Prensa de la UV, y como columnista para el periódico El Dictamen. Trabajó como asistente ejecutiva para Difusión Cultural UV y también ha colaborado como guionista para obras de teatro presentadas en congresos nacionales y como escritora para diversas publicaciones juveniles.

Se dedica principalmente a la corrección de estilo de manera independiente, colaborando con editoriales fuera del estado, medios impresos de divulgación artística y organizaciones gubernamentales e internacionales como la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, con la que colaboró como correctora de estilo en el marco del Día Mundial contra la Trata de Personas.

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