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Bruja Roja.

MARIANA CISNEROS MIRANDA

La luna brillaba en el cielo y la bruja Roja logró salir de su escondite. Había pasado tanto tiempo que nadie esperaba su regreso, el pueblo apenas se estaba sanando del daño provocado por sus ataques. llevaba puesta una larga capa que volaba con el viento mientras los lobos aullaban a la luna. La gente había dejado de buscar peligro en los cielos, pocos eran quienes aún miraban las estrellas, no tanto por miedo sino por precaución. Los ojos de la bruja buscaban objetos conocidos en el bosque y los animales se escondían temerosos en sus madrigueras.


Una extraña sensación recorría el pueblo, algo estaba fuera de lugar y los viejos podían recordar esa sensación de cuando el caos era algo natural. Eso había sido hace tanto tiempo que simplemente lo ignoraron. La bruja caminó cerca de su vieja cabaña, ahora cubierta de plantas y árboles. La magia había protegido el lugar de cualquier intruso, manteniéndola casi intacta y la vegetación parecía trastornada, su magia se había apoderado de ella, cambiándola. Sintió la energía que ahí se mantenía y a la joven que estaba atrapada en el sótano, sorprendentemente viva.


Esa joven había abierto la puerta y liberando a la bruja de su largo sueño, para luego quedar atrapada. La jovencita, de dulce apariencia, había hecho posible su regreso y estaba ahí, inconsciente, llena de tierra y viva. A pesar de tanta tierra, ella contrastaba con los alrededores, su pálida piel era lo único que parecía tener vida en ese cuarto. La bruja simplemente cerró la puerta del sótano, dejando a la joven sola y prisionera.


Mientras tanto, en el pueblo sólo una persona se sentía preocupada por el cambio en el ambiente. Manuel no podía mantenerse quieto, todo sonido lo hacía brincar y correr a abrir la puerta. Ya eran dos noches desde que su hija se había ido, gritando cuánto odiaba estar ahí; esas dos noches él había esperado a que volviera. Tras una terrible pelea, ella había exigido que la dejara tranquila y corrió fuera de casa, dejando a su padre preocupado y pensando en cómo solucionar la situación. Difícil era que su esposa estuviera muerta desde hacía unos pocos meses como para perder también a su hija, a pesar de su miedo sabía que lo mejor era permanecer dentro durante la noche. Había buscado en todos lados dentro del pueblo pero no la encontró, si sus amigos no la estaban ayudando entonces la única opción era que estuviera en el bosque. La mera idea de su hija en el bosque le causaba escalofríos, ella sabía que no debía ir por ahí; ella sabía lo que eso podría significar.


El enojo de Raquel no le permitió llegar a casa de su mejor amiga, corrió al bosque y se resguardó entre las raíces de un viejo roble. Cuando se calmó, decidió regresar a su casa pero esa idea desapareció cuando vislumbró una vieja cabaña y su curiosidad, junto con el enojo que sentía, la impulsó a acercarse. La cabaña era el hogar de la bruja Roja, quien torturó a muchos jóvenes hace años. Durante su infancia, Raquel había escuchado las historias que se contaban en el pueblo pero siempre pensó que eran eso, historias que se contaban para que los niños pequeños estuvieran lejos del bosque y se comportaran.


Caminó hacia la cabaña y abrió la puerta, sintiendo un frío viento venir del interior. Un crujido se escuchó dentro al tiempo que ella entraba, en busca de refugio y un lugar en donde dormir. Sin embargo, en el cuarto únicamente había una vieja mesa, sin sillas y unas escaleras antiguas que llevaban a un piso inferior.


-¿Hola?- Dijo sin recibir otra respuesta que el eco de su voz. La puerta se cerró detrás de ella, dejándola en la oscuridad.


Un débil gruñido se escuchó abajo.


-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?- Dijo, empezando a dudar si realmente había sido una buena idea entrar ahí. Empezó a notar una ligera bruma en tono morado, viniendo directamente del sótano.


Raquel cayó desmayada, la bruja había despertado al fin y su primera víctima era una joven e inocente muchacha que buscaba refugio en el bosque. La bruja percibió los cambios ocurridos durante cincuenta años de estar encerrada, el aire olía diferente y las generaciones que crecían estaban olvidando sus ataques. Nadie tenía permitido olvidar los ataques y el terror con el que se debía vivir, debía hacer que la recordaran y que su nombre ocasionara pesadillas en los pequeños. La mente de la bruja se cuestionaba la ubicación de la casa perfecta para atacar y al niño a quien debía atraer; era tarde y muchos ya estaban seguros en sus sueños, pudo percibir un alma alerta, despierta y atenta a todo lo que la rodeaba. Sabía que había llegado el momento de regresar.

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