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Bácum

ISAURA OCAÑA


Sonora, febrero de 1868.


Llevábamos días vigilando las tierras de los Yaquis. Tratamos de convencerlos de que abandonaran el territorio de Bácum, pero se negaron a alejarse de esta tierra a la que llamaban suya. El coronel nos dijo que se acercaba el momento de acabar con este problema para que el terreno pudiera ocuparse de manera útil, como lo esperaba el gobernador.


Nos juntó a todos para contarnos el plan y aseguró que el gobernador Juárez le había dado total libertad de acción, por lo que decidió que encerráramos a todos los pobladores Yaquis dentro de la iglesia del territorio y, después de esto, debíamos cargar el armamento y posicionarlo frente al edificio para disparar contra ellos. Muchos parecieron acatar la orden sin ningún cuestionamiento, pero yo no estaba seguro de estar haciendo lo correcto.


Me uní al ejercito con el propósito de servir a mi país y aquello no era nada parecido a lo que me imaginaba, carecía de toda clase de honor matar a personas que defendían las tierras pertenecientes a un sinfín de generaciones antes que ellos. Yo parecía el único sorprendido por la idea, aunque los demás ya tenían experiencia en la participación de eventos parecidos y sólo decían “Lo mismo de siempre. Atender los caprichos de los jefes”. Parecían fríos y ajenos a las consecuencias de esa nueva estrategia.


A pesar de todo, ninguno, ni siquiera yo, hicimos algo para hacer las cosas de otro modo y todo lo que pasó ese día quedará muy dentro de mí como una amarga gloria. Cumplimos la misión de manera exitosa y lanzamos bombas, disparamos armas de fuego contra todo aquel que se resistía o luchaba. Los emboscamos y al cesar el tiroteo, escuché decir al coronel que diría al gobernador que aplicamos la Ley fuga, lo que quiere decir que disparamos porque intentaron escapar de un arresto.


Dentro de las llamas que consumían la iglesia, se escuchaban gritos dolorosos y palabras que ninguno de nosotros entendía, pero parecían clamar por ayuda. Fueron ignoradas las plegarias y no supimos cuánto tiempo duró aquel martirio, sólo volteamos cuando las llamas se habían consumido en su totalidad. Entramos a inspeccionar que no hubiera sobrevivientes entre los montones negros amorfos, pero no todos sucumbieron ante el incendio; aunque los que sobrevivieron no lograrían salvar su vida, debido a la gravedad de sus heridas.


Partimos del lugar y no volvimos la mirada atrás, después irían a limpiar los restos del lugar. Tiempo después supe que el coronel le informó a Juárez lo sucedido y que él respondió comunicando que se organizaría con el secretario de Hacienda para el pago de todos los que participamos de aquel suceso, que no fue el primero y mucho menos el último de aquella índole.


El cadete infractor.


 

Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana y cuenta con carrera técnica en Contabilidad. Es originaria de Xalapa, Veracruz; vive en la ciudad desde su nacimiento. Protagonizó la obra de teatro “Ciahuameztli Nenequi Icihuca” (“La Señora Luna sigue caminando”), monólogo escrito por Ana Iris Nolasco, el cual se presentó el 08 de marzo de 2016. Escribió guion para TeleUV y participó en la realización del Spot de la FILU 2018.

Es apasionada por las artes; la lectura y la escritura la han acompañado a lo largo de su vida. Escribe teatro, cuento y ensayo.

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