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El Beat sigue sonando.

ISAURA OCAÑA

Las calles estaban plagadas de promocionales con promesas de cumplir un sueño, aquel que promete la estabilidad y las oportunidades de una vida mejor, una que permitiera tener pan sobre la mesa. Esa mentira les encantaba a los crédulos que pensaban la posibilidad de que fuera verdad, ya que después de la guerra la esperanza es lo único que te mantiene atado a la realidad y todos lo sabíamos. Muchos ignoraban la superficialidad de esas palabras, la falsedad de un caleidoscopio que te ofrece una variedad de colores y dice ponerlos al alcance de tus manos para que contribuyas a la construcción de un beneficio para ti, pero no todos los colores los puedes poseer. La realidad es que no todos pueden alcanzar una buena calidad de vida, como nos prometen aquellos que intentan mandar sobre nosotros.


Si de nosotros dependiera, todos estaríamos protestando en contra de las palabras vacías que nos llenan la mente de ideales vacuos y nos someten a un sistema represor de la individualidad. Es por eso que nos reunimos cada semana en el bar, vemos lo que los demás no ven y sentimos lo que los temerosos se niegan a sentir; aceptamos nuestro cuerpo y lo usamos con placer, sin el pudor de los hipócritas que se atreven a satanizarlo; Dios nos habla, Buda nos guía, y nos llevan por el camino del bien común. Todo lo que el hombre destruye con sus manos, lo vemos, tal vez incluso lo hemos hecho.


En alguna ocasión vi las manos rojas de un soldado, escurrían por sus manos los recuerdos de una vida que no era suya, lo torturaban los gritos de dolor y de muerte de aquellas manchas que no se borraban con agua, esas manos jamás estarían limpias. Hubo más como él, algunos de ellos terminaron al lado de un sin hogar y otros eran consumidos por la culpa al punto de perder la razón, de perder la noción de la realidad que enfrentaban. Vi los pájaros volar en la mañana y también a las personas desvivirse por un papel verde, el papel que les permitiría salir de la inmundicia de los que pierden todo, de los que esperan que eso los saque del abandono.


He visto imágenes variadas en las calles y he despedido a muchas personas que no he vuelto a ver. Me he alejado para inhalar los tonos de una ilusión que me aparta de la cansada realidad y crear una nueva para contemplarla durante minutos, incluso horas, que mantienen a mi mente sedada del dolor de estar perdiendo todo sentido de vivir. Niego constantemente el último suspiro que se asoma por mi pecho e insiste en rendirse ante la causa perdida del despertar de las mentes dormidas y mantengo el temple para no perder el ideal de ver destruido al dictador que toma nuestro trabajo sin remordimiento, espero el momento de castigar al que nos castiga sin justificación.


¿Seguimos aquí? No escucho más el grito de mis compañeros. ¿Eres tú, Dios? Te sigo pensando y sintiendo dentro, sé que no todo lo que he hecho es correcto y me arrepiento de haber arremetido contra tus enseñanzas. Nuestra lucha amerita arriesgar y es por eso que me ves sometido ante las autoridades que tratan de silenciarme, pero, incluso ahora tras las rejas, el Beat sigue resonando y sé que no estoy solo, estás conmigo, tú y otros más.

 

Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana y cuenta con carrera técnica en Contabilidad. Es originaria de Xalapa, Veracruz; vive en la ciudad desde su nacimiento. Protagonizó la obra de teatro “Ciahuameztli Nenequi Icihuca” (“La Señora Luna sigue caminando”), monólogo escrito por Ana Iris Nolasco, el cual se presentó el 08 de marzo de 2016. Escribió guion para TeleUV y participó en la realización del Spot de la FILU 2018.

Es apasionada por las artes; la lectura y la escritura la han acompañado a lo largo de su vida. Escribe teatro, cuento y ensayo.


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