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Encuentro fortuito

ISAURA OCAÑA


Una vez vi una imagen que me llamó la atención y aún recuerdo el encuentro que le siguió. Una mujer paseaba una carreola de un lugar a otro por el parque y hablaba en una lengua extraña a la criatura dentro de aquel carrito, se escuchaba como los sonidos proferidos por los monos en el zoológico. A pesar de la extrañeza, como todos los demás, seguí mi camino y más tarde la volví a encontrar en un café.


Me encontraba sentada bebiendo una tisana de frutos rojos -la cual ya era costumbre en mis visitas- desde lejos la oí hablar en esa lengua diferente mientras tomaba al bultito para sacarlo de la comodidad de aquella cama con ruedas, por el tono parecían palabras dulces y cariñosas; al mismo tiempo que cargaba su bultito entre brazos, acomodaba las cobijas que lo cubrían. Entre aquel acomodo, descubrió la cara de lo que parecía un bebé mono y se sacó uno de los pechos para alimentarlo, succionada una vez tras otra, pero el pecho de la mujer sangraba cada vez que le quitaba la leche a la madre. Le estaba quitando la vida en cada trago de aquella leche ensangrentada.


La miré un largo rato con una sonrisa y 2 tazas después, decidí acercarme a charlar con ella. Me paré de la mesa, el café era pequeño y rústico, no había muchas mesas, sólo tuve que pasar por dos mesitas para llegar a ella.


-¿Puedo sentarme?- dije.


Alzó la mirada para verme señalando la silla vacía frente a ella. Sonrió.


-Claro, no hay ningún problema. - me contestó y miró de nuevo a ese bebé orejón, si no hubiera tenido tanto pelo pudo haber pasado por un bebé más normal.


Me senté y la observé un rato, antes de preguntar:


-¿Es su bebé?


- Así es, es mi pequeño y parece que tiene mucha hambre. – Dijo y yo vi su pecho enrojecido, aunque ella seguía con la sonrisa de quien atesora algo muy valioso. Me miró. – Me llamo Amanda y mi bebé se llama José.


- Encantada. Mi nombre es Luz.- Le sonreí. – ¿Qué edad tiene?


Miró de nuevo a su bebé, que había dejado de mamar y se había quedado dormido. Lo colocó en el carrito y se acomodó el pecho, que tenía un aspecto un poco mutilado y se observaban alrededor marcas de pequeños dientes.


-Apenas va para 2 meses, pero crece rápido y estoy segura que pronto comenzará a hablar. – dijo y tomó un sorbo del café sobre la mesa.


Me sentí extraña al hablar con Amanda y me intrigaba el origen de aquel niño que dormitaba en el carrito, su madre tenía un aspecto demacrado que trataba de ocultar con una sonrisa. Después de algunas preguntas sobre ella y sus ocupaciones, que no tuvieron mayor importancia en la conversación, decidí preguntar por el padre del pequeño José, aún recuerdo su respuesta claramente.


-Oh, sí. El padre de mi hijo murió hace un tiempo. - dijo. – Fue un incidente muy doloroso para mí y poco después de eso nació José. Lamentablemente tuvieron que dormir a mi esposo, me gusta llamarlo así aunque no pudimos casarnos, según dijeron los encargados del zoológico, era necesario dormirlo porque se había contagiado de una rara enfermedad incurable y decidieron evitarle sufrimiento.


Amanda tenía una expresión devastada y yo me quedé sin palabras, no sabía cómo continuar con la conversación.


-Lamento escuchar eso. – dije y, un poco titubeante, agregué. - ¿Cómo se conocieron?


Su cara cambió y pareció iluminarse, miraba a lo lejos como si estuviera viendo una película, los recuerdos parecían pasar a través de sus ojos. Entonces, la escuché hablar con voz dulce y suave.


-Lo conocí hace años en una excursión del colegio, yo tenía apenas 13 años de edad y al llegar a su sección en el zoológico nuestras miradas se encontraron, hubo una química especial desde ese momento. – Sus ojos brillaban. - Ese día no pude hablar con él porque íbamos en grupo del colegio, pero regresé varias veces después y con el tiempo nos hicimos más íntimos. Al principio fue difícil la comunicación, pero después de un tiempo decidió enseñarme su lengua y yo le enseñé la mía, así pasaron los años. Cuando decidimos estar juntos, lo ayudé a escapar de su jaula y simulamos una ceremonia de matrimonio, no duró mucho porque nos atraparon y lo llevaron de regreso al zoológico. Yo tuve que pasar un tiempo en una celda, durante ese tiempo se enfermó y lo durmieron, mientras yo me enteraba de mi embarazo.


La historia de Amanda me conmovió y nunca pude olvidar su expresión al contarme todo, tenía un gesto tierno pero triste, de quien ha amado profundamente. Un momento después sonó mi teléfono, era del trabajo, tenía que regresar y tuve que despedirme de Amanda y del pequeño José, que dormía plácidamente en su carriola. Después de aquel día no los volví a ver, pasé muchas veces por el parque para encontrarlos, volví varias veces al café y ni una sola vez los topé.


En una de mis tantas visitas al parque me pareció ver a lo lejos la fugaz figura de un pequeño niño mono, estaba muy difuminada la silueta y miré a todos lados para saber el lugar de su ubicación, pero por más que lo busqué no había rastro de él o de su madre. Si era el pequeño José, no lo sé, pero parecía haber crecido demasiado y sólo habían pasado dos meses.


Sigo paseando por el parque cada semana y los recuerdo paseando. Espero verlos de nuevo en un encuentro fortuito, como el día que los conocí.


 

Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana y cuenta con carrera técnica en Contabilidad. Es originaria de Xalapa, Veracruz; vive en la ciudad desde su nacimiento. Protagonizó la obra de teatro “Ciahuameztli Nenequi Icihuca” (“La Señora Luna sigue caminando”), monólogo escrito por Ana Iris Nolasco, el cual se presentó el 08 de marzo de 2016. Escribió guion para TeleUV y participó en la realización del Spot de la FILU 2018.

Es apasionada por las artes; la lectura y la escritura la han acompañado a lo largo de su vida. Escribe teatro, cuento y ensayo.


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