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La casa amarilla

AINIELLE SARAHÍ


Todo era oscuridad, pero no todo era silencio. La respiración cansada de un hombre y las risas y gritos de muchos niños se escuchaban en la penumbra. De pronto, un rayo amarillo de luz proveniente de una puerta que había sido abierta iluminó todo el lugar. Una enorme casa amarilla era lo único que se veía en ese espacio baldío. El hombre que se encontraba sentado en el suelo descansando de su largo viaje, se puso de pie al instante cuando vio salir de aquella casa al guía espiritual.


Cuando estuvo frente a él y aún sin haber pronunciado palabra, el guía tomó la mano del hombre y comenzó a hacer su trabajo quiromántico.


-Te preguntarás cómo es que me han pasado tantas cosas –dijo el hombre.


El guía lo interrumpió con una mirada y siguió tocando las líneas de su muñeca mientras veía a través de sus vidas pasadas. Como en un proyector, se veían en el cielo escenas cortadas, una tras otra. Aquel ser había estado presente en batallas de otros héroes con monstruos gigantescos en la época de Homero; había compartido la mesa con reyes y dictadores, y en una que otra brevísima estación tiró de la palanca de la guillotina en tiempos de la Inquisición. Pero esas ocasiones eran minoría, casi siempre observaba todo desde la ventana de la vida, no tenía pena ni gloria en sus jornadas y su papel se limitaba, durante todas sus encarnaciones, al de un simple espectador. En definitiva no estaba conforme, se sentía cansado de permanecer siempre a la sombra, sin ser nunca el dueño de sus propias historias.


-Tú estás destinado a llegar a las almas destino, -dijo finalmente el guía- aquellas que tienen algo importante que hacer, llegar a ellas para ayudarlas a cumplir con su misión. Deberías estar contento por ello. Allá adentro –dijo señalando la entrada de la inmensa casa amarilla- hay un niño triste porque no tiene un alma destino que rescatar. Tú tienes muchas.


Tras decir esto, el hombre se soltó de la mano del guía, no quería regresar de nuevo a una vida ajetreada por las acciones de otros, necesitaba paz. El proyector se apagó y todo regresó a la oscuridad, a lo lejos murmullos, los niños se escuchaban distantes dentro de la casa, el guía se giró y sus pasos se encaminaron hacia allí.



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