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La muerte de la tragedia

ARTURO GUTIÉRREZ


Luces directo en mi cara. Estar en el escenario me provoca una sencilla sensación de incomodidad. Trato de visualizar al público. La busco entre alguna de las siluetas que se encuentran frente a mí, sin encontrarlo. Oscuridad. Tomo la posición de inicio, poniendo mi mano sobre el sillón rojo mientras mi colega con aire triunfal, suspira por última vez. Luces. Comenzamos.


“Dionisio, ya nadie va al teatro, ¡por favor! A ver, agarra el pedo, ¿Eres Odín Dupeyrón? No. ¿Tienes chichis? No ¿Te sabes las canciones de Mecano? No. ¿Qué demonios sigues haciendo ahí? El teatro no tiene nada que ofrecerte.”


“No es eso, no es eso. El teatro es vida, Ramiro, y lo sabes.”


“Tú y tu pinche teatro. Sofía no te aguantó, Teresa no te aguantó. ¿No has llegado a pensar que quien tiene un pedo eres tú?”


Esa fue la última conversación que tuve con Ramiro, mi mejor amigo. Sí, sigue siendo mi mejor amigo. No, no lo he vuelto a ver. Sí, sí lo extraño. No, no quiere verme. Sé que me dijo aquello ese día porque le importo y quería verme triunfar. Y para muchos el éxito es tener dinero.


Cuando el Rey Midas por fin logró aprehender al demonio Sileno le preguntó cuál era el éxito. Éste le contestó que era algo inalcanzable: no haber nacido nunca. Curiosamente, el único éxito alcanzable, dado que el no existir no es una posibilidad, que compartió con el Rey fue bella y sutil: morir pronto.

Ahora, como seres humanos, plagados de la inherente capacidad de sufrir, ¿por qué seguir viviendo? ¿Por qué continuar con el bello arte del dolor? ¿Por qué seguir acorde con las inminentes dificultades de la existencia?


Los griegos inventaron a Zeus, los egipcios a Ra, Beethoven compuso música, Freud inventó teorías. El arte, en cualquiera de sus definiciones, fue la que nos impuso esa manera de vivir, de seguir insistiendo cuando el mundo se viene en contra.


“Pero Sofía, ¿qué es lo que te mueve a ti? ¿Qué te hace pararte todos los días?”


“Ay, Di, tú sabes. O sea, no me preguntes eso. ¿Qué quieres que te diga? ¡Qué complicado eres!”


“¿Acaso cuando despiertas no piensas por qué debes despertarte?”


“Ajá, obvio. Si tengo que ir a la escuela, pues por la escuela. Si tengo que trabajar, pues trabajar. Bueno quizá me despierto particularmente interesada cuando hay un concierto. Sabes que AMO la música. Obvio podría sólo estar escuchando música todo el día y ya. ”


“Pues ahí está”


“¿Ahí está qué?”


“Tu tragedia”


Probablemente malinterpretó esa frase. Supongo que lo tomó muy literal. Cuando hablo de su tragedia no me refería a lo terrible que es que se rodee de alcohol y estupefacientes para hacer sentir que la música es más de lo que ya es, pues es suficiente por sí misma para inducirnos a seguir viviendo, tal y como Nietzsche diría. En fin, tiene dos semanas que no la veo.


¿Por qué tiene que ser así? En el mundo tecnológico de hoy, ¿dónde queda lo apolíneo? Esa belleza fragante y perfecta, de sonidos dulces y contemplación olímpica. ¿Dónde queda lo dionisíaco? Ese caos desordenado e impetuoso que con tan frágiles herramientas ocasionan destrucción y abismo.


¿Qué se admira hoy? Personas comunes y corrientes que se muestran perfectas. Sabemos que no lo son. Sin embargo, una parte de nosotros quiere creerlo, quiere saber que es cierto. Convence a su cabeza de que sucede o sucedió. Es como una obra, como una obra de teatro. La ficción no es más que un palimpsesto de la realidad. Pasó en algún lugar, a alguna persona, ¿no? Algo tiene que ser verdad. Eso es lo que nos permite seguir viviendo hoy en día: el arte de engañarnos a nosotros mismo, pero ya no sólo en el teatro, eso es el pasado, ya no es necesario. Lo practicamos día a día. Luces. Logro reconocer caras. Oscuridad. Salgo de escena, mientras me preparo para el final. Luces. Tomo de la mano a mi colega. Alzamos juntos las manos. Oscuridad. Observo las caras una última vez. Sonrío.


 

Estudió Matemáticas Aplicadas en el ITAM con estudios parciales en la UNAM y la Universidad de Estocolmo. Ha sido profesor de Matemáticas en nivel superior y medio superior en varias instituciones públicas y privadas. Actualmente se dedica al deporte, desempeñándose como atleta profesional y entrenador de triatlón. Sin duda, reconoce el deporte, la escritura y literatura como formas intrínsecas humanas de expresión artística.


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