ISAURA OCAÑA
Todas las noches me acuesto abrazando la almohada o a Pepe, tratando de dormir lo antes posible para no encontrarme con el visitante nocturno. Siempre a medianoche. Siempre entre la oscuridad. Intento olvidar todas las noches en las que sus manos me tocan y mi cuerpo se paraliza, mi voz no emite sonido alguno y las lágrimas recorren en silencio mi rostro mientras me lastima con movimientos lentos, constantes; me aterra escuchar la respiración entrecortada en mi nuca y las manos peludas que desnudan mi piel, tapan mi boca para ahogar los leves quejidos. ¿Dónde está mamá cuando es de noche? Mami, te necesito.
Nunca abro los ojos después de que mamá me arropa en la cama, a pesar de pedirle todos los días que se quede para que el monstruo no llegue en medio de la oscuridad; la luz de mi pequeña lámpara no es suficiente para ahuyentarlo. Quisiera que la cobija de la abuela me hiciera invisible. A veces pienso en cómo es y me pregunto por qué viene en la noche a mi cuarto desde que papá me dijo que los monstruos visitan a los niños malos, pero no abro los ojos para que se vaya más rápido. Papá siempre decía que debía portarme bien, porque los monstruos no atacan a los niños que obedecen a sus padres.
Todo empezó cuando papá me llevó con él al cuarto donde hace cosas aburridas, donde está una mesa llena de papeles y libros, pero no tiene crayolas o lápices de colores, sólo puras cosas aburridas que no sirven para nada; ahí me pidió que posara, pero yo no quise hacerlo. Entonces, me dijo del monstruo que llega en la noche con los niños malos. Lloré fuerte y alto hasta que mamá lo escuchó, estaba subiendo por las escaleras cuando papá me dijo que si le decía algo se iba a enojar porque yo era un niño malo. Cuando mamá llegó, papá le dijo que me caí y me asusté, así que ella me cargó y fuimos a comprar una paleta a la tienda. Yo quería estar con ella todo el tiempo. Quiero estar con mamá.
Esa noche el monstruo entró a mi cuarto cuando dormía, no escuché nada, algo me jaló los pies y me encerró bajo la cobija de la abuela; sujetaba mis piernas y bajaba mi pantalón, me estaba lastimando, no podía moverme. Intenté gritar, pero una mano peluda tapó mi boca. ¿Dónde estaba mami? ¿Y papá? El monstruo me lastimaba y entonces me dormí. Al despertar me dolían mis piernitas, yo creo que me pegó muy fuerte porque me dolía sentarme. Mamá dijo que fue porque me caí, pero le dije que fue el monstruo de la noche y ella me contestó que para ahuyentar a los monstruos debíamos poner una luz de noche, así me sentiría mejor. Ella prometió que el monstruo no me haría daño porque estaban papá y ella cuidándome.
Después de esa noche no pasó nada y el monstruo se fue; papá me dijo que eso me había pasado por desobediente. Papá me pidió posar días después y me dio muchos dulces después de tomar fotos, dijo que era un buen niño, que estaba seguro que el monstruo no iría en la noche porque me estaba portando bien. Él me siguió llevando al cuarto de cosas aburridas y me dijo que debía posar sin ropa para que estuviera mejor, decía que la ropa daba calor en el cuarto, pero yo sólo quería jugar a la pelota y no me gustaba hacer eso. A veces me daba miedo papá y no quería estar con él. Le dije que no me gustaba y corrí con mamá, pero no le dije nada porque papá decía que mamá se enojaría mucho.
Después de unos días, de noche vino el monstruo a mi cuarto. Me di cuenta cuando comenzó a jalar mis pies de nuevo y yo me agarré de la cama, me tapé todo el cuerpo con las cobijas, intentaba no respirar para que no me escuchara. Quería que vinieran papá o mamá, pero si gritaba, el monstruo se iba a dar cuenta y podía llevarme con él, ¿y si no volvía a casa? Sentía que me clavaba algo atrás y no paraba por más que pataleaba fuertemente. Como siempre pasaba, despertaba al siguiente día con dolor en todas partes, me dolían mucho mis pompis y me sentía mal.
No me gusta que papá me abrace porque se siente raro y cuando me sienta en sus piernas me siento mal. Papá me da miedo y el monstruo siempre llega cuando papá no está contento, pero no me gusta lo que me hace cuando estamos en el cuarto de cosas aburridas. Papá dice que mamá no me va a querer si le digo de las fotos y me dice que si hacemos eso es porque me quiere. No me gusta que me quiera. Me gusta cuando estoy con mamá porque no me hace posar y no me mira feo; me gusta cuando me abraza fuerte sentados en el sillón de la sala y me da dulces. Mami es la mejor, pero no quiero que me odie.
Mi amigo Pepe, un osito de peluche, escucha cuando llega el monstruo y trata de tranquilizarme, lo abrazo cuando me siento mal en la noche; también cuando papi llega al cuarto para ir a tomar fotos. Pepe también le teme a papá. Las noches que no viene el monstruo, Pepe y yo nos abrazamos muy fuerte, me cuenta de un lugar donde hay muchos dulces, dice que ahí hay muchos juguetes para jugar; hay niños que también esperaban al monstruo en la noche cuando estaban en casa y ya no lo hacen; pero para ir a ese lugar es necesario no ver más a papá y mamá. Me dijo Pepe que para llegar necesito dejar de ver a todos porque ese lugar no está en la tierra, pero no quiero ir sin mami.
Hoy no fui con papá, de nuevo. Creo que puedo escucharlo llegar a la puerta. Mami, ¿por qué no vienes? Pepe y yo nos abrazamos fuerte, mientras la puerta cruje, y cierro los ojos fuertemente cuando las manos peludas empiezan a levantar la cobija de la abuela.
Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana y cuenta con carrera técnica en Contabilidad. Es originaria de Xalapa, Veracruz; vive en la ciudad desde su nacimiento. Protagonizó la obra de teatro “Ciahuameztli Nenequi Icihuca” (“La Señora Luna sigue caminando”), monólogo escrito por Ana Iris Nolasco, el cual se presentó el 08 de marzo de 2016. Escribió guion para TeleUV y participó en la realización del Spot de la FILU 2018.
Es apasionada por las artes; la lectura y la escritura la han acompañado a lo largo de su vida. Escribe teatro, cuento y ensayo.
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