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¡Mucha mierda!

ISAURA OCAÑA


Llegaste temprano al lugar en compañía de ella y fue entonces cuando le pediste recorrer el escenario, decías que era la mejor forma de calentar antes de la función. De reojo te vio en la habitación inspeccionando las luces, los sonidos y todo lo que era esencial para tus invitados, fue un momento después que le ordenaste estudiar sus movimientos como para asegurarte de que no había olvidado nada, pero el tiempo se agotaba y la hora se acercaba. No había terminado el repaso cuando la llevaste a una habitación a prepararse.


La dejaste sola y recordó aquellas palabras que habías pronunciado en uno de los tantos ensayos que tuvieron juntas: “No quiero que arruines mi obra”. Esas palabras se apoderaron de su mente, sabía la importancia de aquella puesta en escena y todo el tiempo invertido para su realización, tu tesoro estaba en sus manos. Le confiaste tu bien preciado esa mujer. Le confiaste tu mente, tus vivencias, a una joven mujer cuya vida apenas empezaba y que, en ese momento, comenzaba a sentir como las palabras escritas para la escena se borraban de su cabeza lentamente. Se estaba quedando en blanco.

El pánico azotó a la mujer de la habitación, al tiempo en que terminaba de vestirse para convertirse en tu personaje, para convertirse en una transformada ella, en una con la mente en blanco y los nervios a flor de piel, con un pasado borrado en ese instante y un presente en la oscuridad. Corrió a leer las hojas donde estaba escrito el guión y cuando pensaba haber resuelto las lagunas mentales, volvían a ella con más fuerza. Tanto tiempo creando una historia personal, tratando de hacer suya una vida que nunca tuvo pero que sentía como propia, y en un instante estaba derrumbándose la mujer a la que resguardaban las páginas de ese monólogo. ¿Cómo salir al escenario sin nada?


Escuchó la puerta, abrió, eras tú; le decías que todo estaba listo para iniciar, la sala estaba casi llena. Caminaste a su lado hasta la entrada al escenario, cuando llegaste te volteaste hacia ella y tus últimas palabras fueron: “Que salga como tenga que salir. ¡Mucha mierda!”. Te fuiste, dejando atrás a una mujer sin pasado a punto de salir a contar su historia, que es también la tuya, y aquella mujer pasó un buen rato en el silencio de la memoria borrada, sin saber lo mínimo esencial para salir al escenario que la vería nacer.


Tu voz resonó en la sala, después del sonido de entrada y dabas la tercera llamada para iniciar. La música sonó un breve momento y se detuvo antes de que la mujer oculta tras bambalinas saliera al escenario, milagrosamente recuperó la memoria de su pasado y su presente escénico. La mirabas desde la oscuridad, cuidando los sonidos que la acompañarían en el camino de la historia que contaba y observaste dar vida a las palabras, que ya no sólo estaban escritas en el papel.


Al ver la figura arriba del escenario, te pareció ver una cara diferente a la de la mujer que conocías y miraste satisfecha los esfuerzos de un trabajo de meses de preparación. Tu público no apartaba la mirada de la escena y continuaron hasta el final, cuando vieron caer a la protagonista de una historia cuyo final era la muerte, para escuchar recitar unas palabras después de aquella tragedia y dar fin a la puesta en escena. Hubo un breve silencio al apagarse tu voz, tu público reaccionó después de un momento en un estallido de aplausos y de felicitaciones. Exhalaste profundo y pensaste: “Muy bien, ya pasó”.


 

Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana y cuenta con carrera técnica en Contabilidad. Es originaria de Xalapa, Veracruz; vive en la ciudad desde su nacimiento. Protagonizó la obra de teatro “Ciahuameztli Nenequi Icihuca” (“La Señora Luna sigue caminando”), monólogo escrito por Ana Iris Nolasco, el cual se presentó el 08 de marzo de 2016. Escribió guion para TeleUV y participó en la realización del Spot de la FILU 2018.

Es apasionada por las artes; la lectura y la escritura la han acompañado a lo largo de su vida. Escribe teatro, cuento y ensayo.

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