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Pudimos

ISAURA OCAÑA


Solía caminar a tu lado por las calles, unas veces cubiertas por la lluvia y otras cubiertas por una neblina espesa, recorrimos un largo camino juntos para decirnos adiós en el último momento. Recuerdo ese día perfectamente, estabas apagado y tu rostro no brillaba al ver el mío, se había hecho una costumbre quedarnos sin nada que decir, ni una palabra, una sonrisa o algo significativo, sólo sobrellevábamos la soledad de estar acompañados. Tu incomodidad era la mía y se había convertido en desesperación por recuperar algo que ya estaba muerto.


Peleamos momentos antes de que todo fuera a pique, yo trataba de encontrarme en ti y tú tratabas de encontrarte en otra persona, cuyo nombre no era el mío. Nuestra historia no perduró más allá de un preludio a la soledad del tiempo perdido, que ni tú ni yo recuperaremos, pudimos haber sido uno con otra persona y pudimos haber ignorado esa primera charla para evitar los momentos de frustración. Pudiste haber pasado el tiempo sin conocer mi nombre o yo el tuyo, entonces nuestra historia de amor no hubiera existido y yo, no estaría escribiendo sobre lo que nunca debió suceder, pero sucedió.


Nuestra primera vez juntos la recuerdo tan bien, estaba nerviosa de mostrarme desnuda en tu presencia, de compartir la figura oculta bajo las telas que solemos utilizar los humanos para protegernos de los ojos ajenos y, más que eso, de las mentes de los espectadores, siempre impregnadas de prejuicios. Mis piernas temblaban por sentirme expuesta a tu mirada fija en mí y las dudas se apresuraron a intimidar a mi mente, que insistía en ocultarme de tu escrutinio; cuando tus manos se decidieron a tocar mi cuerpo, no pude evitar la tensión de mis extremidades y a mis ojos les costaba trabajo enfocar los tuyos. No era falta de confianza, sino falta de experiencia.

Aún puedo sentir mi torpeza y la tuya, cuando te vi tan vulnerable ante mí, no podía dejar de pensar en la irrealidad del momento, supe que ambos estábamos juntos en esto y todo se dio de manera natural. Las películas no se comparan al momento del encuentro, te envuelven en un aura idealista que no se parece en nada a estar expuestos ante otra persona, no es por el cuerpo, es el sentimiento incontenible de estar preparado para lo desconocido y pensar en el modo correcto de hacerlo, al final supimos que eso no existe. Después, caímos en la cuenta de que esa era la mayor prueba de confianza que pudo haber entre nosotros, me entregaste tu alma a cambio de la mía y nos quedamos una parte cada uno en el recuerdo de la memoria olvidada, en el cajón de los momentos más memorables de toda una vida.


Pude haber pasado el tiempo sin conocer tu nombre o tú el mío, de ese modo nos habríamos ahorrado aquella ida al concierto, aquel “te amo” susurrado a la mitad de un parque, aquellas largas conversaciones nocturnas y los besos robados a mitad de un largo día; el parque que escuchó nuestras confesiones, aquel que se volvió nuestro, hoy sería de alguien más, quizá ya lo sea, pero no para mí y supongo que es lo mismo para ti. Gastamos palabras que en ese momento pensamos se convertirían en algo más duradero de lo que fue, aquellas rosas que llegaron a mi puerta envueltas por tu mano y la sonrisa de saber que amas, saber que te están amando, gastamos el tiempo en el momento.

No recuerdo porqué discutimos la última vez, sólo pensaba que estábamos cansados de nuestra compañía y se acercaba el momento de continuar la historia, cada uno por su lado, cada uno al lado de otro o solo. Lloramos los recuerdos, lloramos el sentimiento moribundo, lloramos la perdida de lo que fuimos juntos y supimos que cambiaríamos después de caminar en un rumbo inexplorado.


Ayer te vi, parecías feliz de nuevo y al saludarte vi pasar por tus ojos las imágenes de todo lo que vivimos juntos, supe que formaba parte del pasado y eso estaba bien. Nos despedimos como lo que somos, antiguos amigos, cómplices de hace poco o hace mucho, no lo sé exactamente, y nos dimos la sonrisa de saber que pudimos haber pasado el tiempo sin conocernos, pero entonces habría pasado nada.


 

Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana y cuenta con carrera técnica en Contabilidad. Es originaria de Xalapa, Veracruz; vive en la ciudad desde su nacimiento. Protagonizó la obra de teatro “Ciahuameztli Nenequi Icihuca” (“La Señora Luna sigue caminando”), monólogo escrito por Ana Iris Nolasco, el cual se presentó el 08 de marzo de 2016. Escribió guion para TeleUV y participó en la realización del Spot de la FILU 2018.

Es apasionada por las artes; la lectura y la escritura la han acompañado a lo largo de su vida. Escribe teatro, cuento y ensayo.

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