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Ser mujer

ISAURA OCAÑA


Rebeca estaba en su estudio, un periódico acababa de contratarla como fotógrafa y periodista. Era su primer artículo y sus dedos empezaron a teclear:


Ser mujer

08 de Marzo de 2019

Rebeca López Rodríguez


He pensado durante mucho tiempo en la mejor forma de definir lo que es ser mujer, -no sé si algún día pueda hacerlo- la cuestión es: ¿Cómo empezar? Tal vez deba iniciar por hablar de mi infancia y mi insistencia en utilizar pantalón, a pesar de la prohibición de mi madre, quien se la pasaba reclamándome por un comportamiento indigno de una niña “siéntate bien”, “párate derecha”, “las niñas juegan con muñecas, no con pelotas”, “ayúdame a preparar la cena para tu padre”. En esa etapa de mi vida no entendía la gravedad de aquellas palabras y dejaba de escucharlas cuando obedecía aquellas órdenes.


Quizás no era su intención romper mi autentica personalidad para cumplir con los estándares sociales y, probablemente, le preocupaba que me convirtiera en una “desviada”, como llamaba regularmente a las pobres descarriadas necesitadas de la atención de sus padres. No pude preguntarle nunca la razón, ni siquiera cuando nos encontramos después de 4 años de distancia y de silencio. En esa última ocasión, sólo hubo tiempo para perdonar el tiempo perdido, para contar todos los sucesos no compartidos y para decir adiós por última vez.


Ser mujer es algo que sólo entendemos las que nacemos así. No puedes hacer algo sin antes ser juzgada por los demás y tu cuerpo, muchas veces, parece ser asunto de dominio público. Todo se complica cuando empiezas a desarrollarte, es cuando las personas notan el cambio y te gritan en la calle cosas como “Estás bien rica”, “tsh, tsh. Mamacita” o “quisiera ser el sol para darte todo el día”. Por sí sola, esta edad es difícil y se vuelve incómoda e insegura con tanta atención, eso hace que crezcamos con complejos sobre nuestro aspecto.


Recuerdo haber vivido esto durante la secundaria. Iba caminando hacia la escuela y ese día había peinado mi cabello, no me daba cuenta de cuánto había cambiado mi cuerpo hasta que comenzaron los silbidos en la calle, cuando los hombres me miraban al caminar o al ver en el transporte público a un hombre masturbarse a mi lado, observando mis piernas. La sensación que provoca estar tan expuesta a la lujuria de unos ojos que te atraviesan y escudriñan cada curva de tu figura.


Es probable que a mi madre le pareciera normal crecer así y es seguro que estaba educada para atender las necesidades de su esposo e hija, pero esa es la vida de abnegación de la que he huido todos los años de vida. La vi esforzarse tantas veces por mantener a la familia contenta y dejar de lado sus necesidades para cumplir su papel de esposa, de madre. Según me dijeron, incluso cuando le dio aquel cáncer que la mató, siguió procurando a su esposo a Sol y sombra hasta que ya no pudo más.


Es complicado ser mujer y saber que no todas las que ostentan el mismo sexo están ahí para apoyarte, es muy común ser duramente juzgada entre mujeres. Me quedó muy claro cuando me fui de casa. En aquella ocasión, las vecinas criticaban a mi madre por tener una hija hereje y provocadora, que se la pasaba de vaga dizque estudiando para convertirse en artista, muchas decían “¡Qué pena! Esa muchacha se va a morir de hambre”, “no sé cómo puede vestir de manera tan vulgar” o “tanto potencial desperdiciado”. También los hombres hablaban sobre la pobre chica, para la desgracia de mis padres “La hija del Chuy anda con su idea de ser artista, se le notaba lo puta desde chiquilla.”, “no me sorprende que la hija del Chuy ande queriendo ser artista, no es muy lista que digamos” o “desde niña era una revoltosa, como todos esos pendejos de artes”.


Mi padre habló con mi madre y ambos decidieron que no iban a apoyar que su hija estudiara una carrera que no iba a darle de comer. En ese momento decidí escapar de aquel lugar. Intenté abrirme camino por mi cuenta, trabajé y estudié para pagarme la carrera de fotografía, durante esos 4 años me di cuenta que las mujeres, a los ojos de la gran mayoría, no llegaremos a ser lo suficientemente buenas. En ningún trabajo me pagaron lo mismo que a mis compañeros, cuando fui mesera hubo quienes querían propasarse conmigo y terminaban despidiéndome por haber golpeado al responsable.

Hubo una ocasión en la que mi madre, por primera vez, me sorprendió cuando dijo “Hija, nosotras somos mujeres y tenemos que aprender a cuidarnos porque no es fácil salir adelante. Somos consideradas un ser inferior, a veces un accesorio, un objeto y no somos libres de ser, para poder ser tienes que luchar todos los días. No quiero que sufras, pero sé que no te conformarás con lo que yo tengo. Espero que seas eso que yo no pude ser”. Fueron las últimas palabras que me dijo y tenía razón, no me imaginaba ser como ella fue.


No olvido las palabras y las vivo cada día de mi vida. Sigo sin saber cómo definir lo que es ser mujer y es que hay tantas maneras de serlo, que no sé cómo exponer la extensión del concepto. A pesar de ello, sé lo que implica ser una mujer y nuestra constante necesidad de libertad de acción, la necesidad de no sentirnos incómodas al ser juzgadas por decidir sobre lo que queremos. Nos catalogan como sujetos impulsados por las emociones, cuyo ejercicio sexual se considera incorrecto si se hace en exceso o sin compromiso y un ser con ideas exageradas sobre sus circunstancias, porque las mujeres “tienden a exagerar”.


Las mujeres somos todo lo que creen y nada de eso, de eso estoy segura.


Terminó de escribir y apagó las luces, dejando atrás la habitación oscura con sus memorias listas para ser enviadas al día siguiente.


 

Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana y cuenta con carrera técnica en Contabilidad. Es originaria de Xalapa, Veracruz; vive en la ciudad desde su nacimiento. Protagonizó la obra de teatro “Ciahuameztli Nenequi Icihuca” (“La Señora Luna sigue caminando”), monólogo escrito por Ana Iris Nolasco, el cual se presentó el 08 de marzo de 2016. Escribió guion para TeleUV y participó en la realización del Spot de la FILU 2018.

Es apasionada por las artes; la lectura y la escritura la han acompañado a lo largo de su vida. Escribe teatro, cuento y ensayo.

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