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"Su divina voz"

VLADIMIR ACOSTA PROM


A Perry lo que más le gustaba en la vida era cantar, cantaba de noche y cantaba de día, cantaba en público y en privado, cantaba en la regadera y también en el trabajo, cantaba cuando había música, pero sobre todo, cantaba cuando no la había.


Aprendió a cantar desde muy joven -desde antes incluso de que aprendiera a hablar o a caminar-. Fue un aprendizaje intuitivo, nadie le enseñó como hacerlo, fue un logro que se dio por pura imitación y admiración a su madre -que hacía vibrar sus cuerdas bucales con el fin de acortar los infinitos momentos de ocio en los que esperaba que su marido volviera del trabajo-.


Al principio Perry sólo cantaba éxitos de antaño -los discos que ponía mamá para cocinar o hacer el aseo-, pero después aprendió a cantar de todo: baladas, trova, cumbia, merengue, norteña, mariachi, banda, pop, rock y reggae. Aprendió canciones en inglés, en francés y también en italiano, inclusive se aprendió un par en ruso y otras en dialectos totonacas y mayas.


Perry estuvo en el coro de la iglesia, en el coro de la primaria, y en el del bachillerato. Estudió mecatrónica porque no se podía vivir del arte pero al mismo tiempo estudió canto en el conservatorio de San Jerónimo. A los catorce años formó su primera banda “Los jóvenes K”, donde interpretaba música juvenil para adolescentes incomprendidos; vistiendo de negro, con un fleco de lado y gritando letras depresivas mientras lloraba.


A los dieciocho se volvió solista y empezó a cantar covers. Como su nombre tenía ya algo de fama, fue invitado a varios palenques y ferias de pueblo. Ahí interpretaba los éxitos que el público pidiera, y su repertorio era tan grande, que jamás le pidieron una canción que no supiera.


A los veintidós, incursionó en el mundo de la música experimental con una propuesta innovadora pero clásica llamada “Perry y los perrynicolas”, donde usaba su voz para entrar en un trance que era tan contagioso como relajante; muy poca gente tuvo la sensibilidad para comprender ese estilo y no tuvo gran éxito, lo tacharon de loco y de excéntrico. Pero los que saben de canto dicen que su propuesta era tan revolucionaria para la música, que no había cabida en el mundo actual y aseguron que dentro de un futuro medianamente lejano, el público estaría listo para reconocer la genialidad de Perry y su banda de perrynicolas.


El fracaso musical de su banda incomprendida lo hizo entrar en un estado de depresión donde dedicó toda su voz al silencio y su ímpetu por tener la voz más melodiosa se transformó en una sed por comprender de donde provenía la voz misma. La interrogante lo llevó a viajar por los recovecos de su garganta y auscultar los pliegues de la geografía mundial.


Vagó por todos los continentes y estuvo en innumerables ciudades; exploró los cantos regionales de lugares recónditos y les puso su propia lírica, se apropió los himnos solemnes de países lejanos y con su voz modulada los transformó en rock, tuvo acceso a las sagradas escrituras de culturas ancestrales y con su rápida lengua las pronunció en forma de un melodioso rap, escuchó atento todos y cada uno de los sonidos producidos por cada juglar que se cruzó en su camino y así obtuvo el total dominio de la voz popular.


Fue así viajando con su voz como único equipaje que Perry llegó al Tibet, y fue ahí donde conoció a su maestro Kirpal Baba, quién le enseñó -tras muchísimas horas diarias de sentarse a no hacer nada- como cantar con el tercer ojo.


Pasó siete años en la cordillera de los Himalayas; comiendo nada más que sampa y siendo el gong su único instrumento musical. Se aprendió de memoria los sutras después de cantarlos millones de veces en diferentes tonalidades y reconoció que la voz del Tao es la que no se puede oír.


Su voz era tan hermosa que los demás monjes le pedían que no meditara en silencio y el mismo Dalai Lama le ofreció que fuera su vocero, a lo que Perry tuvo que decir que no, porque según él, su voz era libre e indomable y no podía someterse al discurso de alguien más.


Fue en esa etapa donde Perry inventó el “lighting melody”, una técnica en la cual hacía vibrar sus cuerdas vocales a una frecuencia tan alta que su canto se volvía luz. Y fue en ese entonces cuando dejó de plasmar su don en grabaciones de audio y se empezaron a sacar fotografías de su canto, que cuando se revelaban, dejaban ver arcoíris lumínicos de diferentes tonalidades saliendo de su boca.


Con todo ese conocimiento en su garganta Perry regresó a su patria con el fin de transmitirlo a las jóvenes generaciones. Pero pronto cayó en la cuenta que el mundo occidental estaba inundado de música degradada; melodías estruendosas y letras degeneradas que poseían las mentes de cualquiera que estuviera expuesto a los medios de comunicación masivos.


Perry entendió el sentido que tendría su vida, la dirección a la que apuntaba su voz y lo arduo que serían sus esfuerzos. Perry subió cantando al cerro de las culebras, y una vez en la cima, cerró los ojos y pronunció fuertemente a los cuatro vientos el más hermoso y poderoso cántico de liberación; el sol lo escuchó y brilló como en perihelio, las nubes lo aclamaron llorando, las aves corearon su canto, los árboles se pusieron de rodillas y, en el horizonte, apareció un arcoíris que daba su aprobación. El único testigo humano que presenció el sublime canto fue Romuel, un vagabundo sordo que no escuchó nada pero que recuperó el oído después de la canción, y que supo con certeza que ese hombre que se encontraba exhalando a los cuatro vientos era el redentor. Una vez exhalado su canto más profundo, se comprometió a liberar al mundo de esa calamidad que los medios llamaban música, y de esos falsos profetas que envenenaban al pueblo con su reggaetón.


A partir de ese día, por razones espirituales y de salud, Perry decidió que no volvería a hablar, y en vez de hacer un voto de silencio, hizo un voto de canto. Desde ese momento Perry jamás volvió a tener una conversación con nadie; sólo interacciones que salían en forma de canto con sus interlocutores.


Para su cometido Perry fundó la escuela que bautizó como “La voz de Acuario”. Ahí se dedicó a instruir a sus feligreses no sólo en la técnica de canto, sino en la filosofía de la voz, que dictaba ciertos preceptos que los adeptos tenían que seguir para poder irradiar paz cada vez que abrían la boca.


Una de las bases teóricas que sustentaban la escuela, y que Perry consideraba que era la generadora de su luz, afirmaba que con el canto, el chakra de la garganta se activaba y así podía circular con más potencia la energía que tomaba del ambiente por la boca, llevándolo a un trance que lo hacía viajar a través de diferentes dimensiones y planos espirituales, hasta llegar a la dimensión misma donde se encontraba Dios, y donde podía cantarle a su oído.


La escuela se popularizó gracias a varios devotos que al terminar sus estudios se dedicaron a esparcir el mensaje, y que gracias a lo aprendido en la escuela, obtuvieron fama y fortuna muy rápido.

La escuela creció y empezó a llegar gente de todas partes y por todos motivos; algunos instruidos en el canto y que lo buscaban perfeccionar, otros ignorantes que deseaban aprender el arte, y muchos más, tan sólo arrastrados hasta ahí por la dulce voz que no podían dejar pasar desapercibida.


La fama de Perry se esparció por todo el mundo e incrementó la adoración que le tenían sus fieles hasta niveles míticos; lo empezaron a llamar “Su divina voz”. La devoción hacia él fue tanta, que sus seguidores sólo cantaban canciones de su composición. Era tal su adoración que la escuela se convirtió en una secta, donde no faltaron fanáticos que decían que la voz de Perry era la voz de Dios, pero él lo negó rotundamente y aclaró que su voz no era la de Dios, sino que era el instrumento por el cual Dios se prestaba para hablar.


La existencia de Perry, de su secta, y de su misión para erradicar la música nociva, llegó a los oídos de las grandes corporaciones musicales y como primer medida para lograr la supervivencia de su industria, intentaron negociar con el enemigo. Propusieron a “Su divina voz” lanzarlo como estrella musical, y le prometieron toda clase de éxitos; fama más allá de la vida, fortuna inagotable, y tantas mujeres como peces en el agua.


Pero la posición de “Su divina voz” era inamovible, y la pureza de su cometido, inalterable.

Ante la negativa de Perry, los medios de comunicación masivos tuvieron que idear otra estrategia para la protección de su industria, y optaron por tomar la medida que toman los cobardes: la calumnia.

Se inventaron una vil historia repleta de contenido sexual inapropiado y que atentaba contra la inmaculada reputación de “Su divina voz”, y que además involucraba a toda la secta misma. Y usaron su red mediática masiva para divulgar la falsa historia; con el mismo cinismo y con los mismos medios que esparcían su pésima música.


Cuando la historia llegó a los oídos de la policía local, fue necesario un inmediato escrutinio de las instalaciones y la detención temporal de “Su divina voz”, en lo que se hacían las investigaciones pertinentes. Existía la denuncia de Charito, una víctima que acusaba a Perry de haber abusado de ella mientras se encontraba en un estado alterado de consciencia inducido por unos cánticos guturales que provenían de “Su divina voz”. Había más denuncias de otros miembros de la secta que declaraban que sólo se podía formar parte de ella a cambio de grandes sumas de dinero o de favores sexuales. La secta estaba constituida como una organización sin fines de lucro, donde todos sus participantes estaban ahí de manera voluntaria y donde no había registro alguno de transacciones económicas, pero al poner la lupa sobre la escuela, las autoridades fiscales dieron con que tenían en su poder una gran cantidad de bienes no declarados y que “Su divina voz” y muchos de sus seguidores amasaban una gran fortuna.


Perry declaró ante la policía y ante todos los medios que era inocente; lo dijo cantando un son jarocho mientras tocaba la jarana con las manos esposadas. Del tema de Charito se limitó a decir que había sido un dueto a capella que ella había coreado, sin acompañamiento de violas o violoncellos de su parte. De su riqueza, dijo que todo lo que tenía en su haber habían sido donativos, y que a ciencia cierta no sabía ni de quién provenían ni cuánto sumaban en total, y además agregó “La voz es la semilla de cualquier materialización física, y yo he cantado mucho, así que no os sorprendáis de todo lo que he engendrado, ni de todo lo que se manifestará”. Pero sus palabras no fueron tomadas por la policía como una apotegma espiritual y fueron malentendidas como que se traía algo entre manos, así lo obligaron a confesar.


Con violencia y prepotencia por parte de las autoridades fue puesto tras las rejas en lo que se dignaba a decir la verdad. En prisión, se dedicó a hacer aquello para lo cual había venido al mundo, y durante su estancia, la penitenciaria del condado se convirtió en el lugar más armonioso del planeta; no hubo un sólo navajazo, ni una sola pelea entre los convictos, y las violaciones que se llevaron a cabo fueron hechas con mucho amor. No hubo prisionero que no cantara ni carcelero que no bailara al ritmo de la constante y sonante melodía de “Su divina voz”. Hubo hasta un recluso que terminó su condena en aquellos días y voluntariamente pidió al alcaide de la prisión que le extendiera su sentencia unos días más: “Mientras Su divina voz siga aquí yo no me voy” dijo y se mantuvo sentado con los brazos cruzados cantando; hicieron falta tres guardias de seguridad y la esposa del recluso para sacarlo de la prisión a la fuerza.


La reclusión de “Su divina voz” duró veintiocho días; tiempo que fue suficiente para adoctrinar a los presos en la filosofía de la voz, para hacerlos conscientes de sus crímenes y para darles un sentido a sus miserables vidas: cantar con el corazón. Pero no había nada por confesar ni investigaciones por llevar a cabo y se tuvo que dar libertad a Perry a pesar de las insistencias de las productoras musicales por mantenerlo confinado.


Perry regresó al colegio a seguir con su misión, y a pesar de las amenazas y los atentados físicos que se llevaron a cabo contra su persona, continuó esparciendo la voz. La calumnia no logró cerrar la escuela, pero dejó una mancha en su imagen que sirvió para desprestigiarlo de cierto sector, pero que también sirvió para demostrar y darle validez a su movimiento ante los ojos de otra gente; mientras que un grupo de seguidores quiso santificarlo, otros fanáticos del reggaetón -que no pudieron ver la profundidad del mensaje- cortaron los frenos de su auto ocasionando un terrible accidente pero del cual milagrosamente salió ileso. Los culpables fueron detenidos y “Su divina voz” prefirió hablar con ellos en vez de presentar cargos. Perry comprendió la ignorancia en la que estaban sumidos los agresores, y en vez de pedirles una explicación por su comportamiento violento, se limitó a cantarles “Wonderwall” suavemente al oído; a la primera nota que salió de la boca de “Su divina voz” los culpables se pusieron de rodillas, y todo el tiempo que duró la canción, entre mocos y llanto, se la pasaron pidiendo perdón y jurando devoción eterna. Cuando Perry terminó de cantar la canción, los delincuentes le suplicaron que cantara otra más, a lo que Perry se negó, diciendo que no escucharlo más sería su verdadero castigo.


Se sabe también -por declaraciones del culpable que más tarde se unió a la secta- que en esas fechas, el monopolio de la música lo mandó a matar; contrataron a un infalible francotirador para que le disparara durante uno de sus conciertos, pero cuando el mercenario lo escuchó cantar, no se atrevió a jalar el gatillo, y se dedicó a usar la mira telescópica para enfocar los gráciles movimientos labiales de “Su divina voz” y disfrutar desde lejos el concierto.


Al famoso reggaetonero, Papi Danddy, por iniciativa de la mafia de la música global -quienes manejaban su carrera y lo habían lanzado a la fama- le produjeron un ominoso video musical donde se mofaban de la virtuosa misión de “Su divina voz”, en el cual se hacía una parodia de su persona, y usaban a un tipo vestido con túnica blanca que vomitaba luz en un inodoro, mientras la lírica de la canción decía:


“Mami yo a ti te voy a dar por atrás con la matraca,

Para que igual que “Su divina voz”

Saques por la boca caca.”


La canción a pesar de su mal gusto, sonó en todos los medios masivos y se bailó entre los sectores de la población menos refinada. Pero fue un parteaguas para los oídos adormecidos, que gracias a la pestilencia y vacuidad del reggaetonero, lograron despertar al mundo de la música que tenía sabor y contenido. En vez de perjudicar a “Su divina voz”, lo colmó con nuevos admiradores y cada seguidor de Perry significaba una oveja menos para consumir la música basura

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Hubo otras estrellas musicales -entre ellas el rapero Heymyname, la cantante pop Faöna, la banda de rock The black manners, el pianista oriental Yoshi Fumomota y el cantautor latinoamericano Silverio Vargas- que al ver la entereza con que “Su divina voz” encaraba la corrompida industria musical, se pusieron de su lado y apoyaron el proyecto, para lo que se lanzó el álbum “The bright side of the voice” en el que “Su divina voz” cantaba a dueto con diferentes músicos de renombre.


El disco fue un éxito rotundo, y muchas de sus canciones se posicionaron en el primer lugar de las listas de Top-songs en diferentes países.


“The bright side of the voice” marcó un hito en la historia musical; al desestabilizar la hegemonía de la industria logró dar voz al talento, y brindar talento al pueblo oprimido. La voz de “Su divina voz” se volvió el alimento de los oídos raquíticos, y a partir de ahí, la música con corazón empezó a sonar por todos lados. Poco a poco se fue dejando de hacer música para consumir y se empezó a hacer música pensada para inspirar.


El reggaetón se fue transformando en el reggaesol; la temática alusiva a la mujer y al sexo evolucionó y el asunto se empezó a tratar del sexo como vía para conectar con el espíritu, los ritmos pegajosos y las frases repetitivas se cambiaron por melodías lumínicas y mensajes profundos. De la mano con la música, su respectivo baile, el “Perreo”, mutó para convertirse en el “Aureo”; una danza donde los participantes hacían el amor pero sin tocarse, tan sólo con el frotamiento de sus auras.


Nació en la prole un interés por la música y una consciencia auditiva, lo que significaba que ahora la gente ponía atención a los sonidos; era un despertar del sentido del oído, y era tal, que ahora el pueblo era capaz de discernir entre los sonidos que eran molestos y los que realmente les gustaban. La gente se dio cuenta lo desagradables que eran los ruidos de los autos, lo ensordecedor de la música en lugares públicos y lo innecesario que eran los altavoces de los camiones del gas, y por el contrario, se empezó a valorar el canto de los grillos por las noches, el ritmo acompasado de una respiración despreocupada y el rejuvenecedor sonido del grifo al fluir el agua. Se agudizó tanto el oído poblacional que ahora la gente común podía incluso percibir el silencio sin sentirlo incómodo, y al cabo de un tiempo se logró entenderlo como la ausencia de ruido y se dejó de tomarlo como una amenaza a su diversión.


De la aceptación del silencio se derivó la aceptación de la calma, y después de un tiempo, la calma se volvió placentera. Tan agradable fue la calma que el pueblo empezó a buscarla. Y fue en ese momento histórico donde el pueblo ajetreado consideró oportuno relajar su estilo de vida, y donde naturalmente se dio un anarquismo pasivo que puso al pueblo en contra del sistema; el consumismo se vio frenado de golpe, por que la gente entendió que la calma no podía ser comprada, la explotación laboral cesó, porque la gente empezó a trabajar en procurar su propia calma, las ambiciones y los deseos mundanos fueron poco a poco desapareciendo, porque en vez de calma producían ansiedad. Las corporaciones quebraron por falta de subordinados, porque aquel que está tranquilo es dueño de si mismo. El gobierno paternalista se empezó a desmoronar, porque en calma, cada ser por su propia cuenta puede gobernar su propia vida. Los antiguos ideales, dejaron de ser útiles para el mundo, por que una persona sin preocupaciones no necesita seguir ningun dogma. Las religiones perdieron su vigencia, porque uno, al estar en paz se encuentra a Dios sin ni siquiera buscarlo.


Fue ahí cuando la palabra se empezó a pronunciar con medida y para lo que era necesario, porque hablar de más también irrumpía la calma, y ni el emisor ni el receptor estaban dispuestos a perder la tranquilidad.


Y fue en ese momento histórico que “Su divina voz” inició su voto de silencio; su canto dejó de ser necesario para el mundo, porque a pesar de ser muy hermoso, también distraía de la serenidad. El pueblo ya había tenido demasiados estímulos, y ahora lo que el pueblo quería era meditar en paz.


 

Nacido en Xalapa,Veracruz en 1989. Libra de signo zodiacal y de equilibrado talante. Amante de la naturaleza, ejercedor de la justicia, practicante de la pintura y la música, enamorado de las musas que rigen el arte. Artista libre que insiste en fluir. Escritor de cuentos, poemas, canciones y plegarias. Influenciado notablemente en su forma de escribir y de percibir el mundo por escritores como Lovecraft, Herman Hesse y García Márquez.

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