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Todo por un tamal.

Actualizado: 15 sept 2019

ISAURA OCAÑA

La abuela hace unos tamales exquisitos, siempre cuida la cocción para que queden perfectos y sean comestibles para todos, pero hubo una ocasión en la que todo salió verdaderamente mal y algunos tamales se pegaron a la olla. Ella los tiró. Le dije que no era tan grave, los tamales siguen siendo comestibles y al decir esas palabras me miró con reprobación. “Esto no es un juego. Esos tamales no son comestibles” dijo, pero al ver mi expresión, que claramente le señalaba que estaba exagerando, me contó porqué nunca hay que comer los tamales mal cocidos.


-El arte de hacer tamales es algo que no se toma a la ligera, los antiguos pensaban en ellos como un platillo para los eventos especiales y siempre debía estar bien equilibrado. No importa si lleva relleno o no, la masa debe estar en el punto perfecto y la hoja no debe reflejar señal alguna de imperfección. - Su expresión era seria, mientras sus manos revisaban la otra cacerola en la lumbre y tiraba el contenido de la desgraciada que había arruinado sus tamales. “Qué desperdicio”, pensé. Ella continuó hablando. – Para ellos un tamal quemado o pasado era señal de un mal augurio. Se creía que cuando este platillo se cocía mal, aquel guerrero que lo comía quedaba maldito; sus flechas no apuntarían en la dirección correcta en una guerra.


Me reí por lo bajo y ella lo escuchó. Parecía enojada por alguna razón, pero eso no evitó la sonrisa divertida que se formaba en mi cara y su mirada de reproche la agrandó sólo un poco. Aquello me pareció más gracioso al imaginarme en una guerra intentando lanzar las flechas sin éxito alguno y todo por un tamal. Casi se me escapa una carcajada.


-Oh, vamos, abuela. Esto es divertido. - La abracé un poco y pareció tranquilizarse. Eso creo.- Es un poco ridículo pensar en la maldición del tamal. ¿No lo crees?


Ella siguió mirándome con seriedad. Todos sabíamos el profundo respeto que tenía la abuela por los antiguos y al recordar aquel detalle me tranquilicé.


-Eso no es todo, también se decía que las mujeres de éstos no parirían bien y muy probablemente el hijo que guardaba su vientre se adheriría a él, quedando atrapado en el cuerpo de la madre. Eso le causaría la muerte. - La abuela ya había retirado el contenido de la olla y como siempre, había comprado ingredientes extra por cualquier incidente. Se puso manos a la obra para hacer más y reponer los tamales que habían quedado malditos. – También se piensa en el tamal como una representación del ser humano. Antes, aún unos poco lo hacen, se dormía en petate y éste te duraba durante toda tu vida, desde que el aire entraba por tus pulmones la primera vez hasta la última exhalación, momento en el que la muerte te reclamaba. Cuando la frialdad se apoderaba de un cuerpo, éste era envuelto en su petate y enterrado con él.


Eso último me pareció, en un sentido místico, mágico. El petate prácticamente era un compañero de vida y, a pesar de ello, no tenía vida. Es como si el petate resguardara el alma de la persona que lo poseía y al morir, también terminaba su vida útil, la vida que le asignó su dueño.


-Abuela, me haces pensar en los petates como si fueran guardianes del alma. - Le mostré una sonrisa confundida.


- ¿Cuál es el problema? ¿Y si lo son? - La abuela seguía preparando tamales y metiéndolos en la olla. - El hecho de que algo parezca imposible, no quiere decir que lo sea. Muchas cosas hay que no sabemos de cierto y los antiguos tienen sus razones para ver la vida como lo hacen, aceptando incluso lo invisible a los ojos. Hay cosas en la vida que simplemente están pasar ser sentidas, no para ser cuestionadas.


- Entiendo, pero esto del petate qué tiene que ver con los tamales. - Ella era a veces muy rebuscada o no sé si yo era el que no entendía sus palabras.


-Es sencillo, hijo. Mira como la hoja envuelve la masa del tamal, lo cubre para protegerlo y lo acompaña en el proceso de preparación y cuando está listo, los dos se concentran en el sabor. Su trabajo termina cuando ya logró su cometido. Es como los antiguos cuando los envolvían en su petate. - La olla estaba llena por la mitad.


Estaba muy confundido. La comida tenía un significado y no lo sabía. Siempre pensé que sólo se trataba de comer y de satisfacer una necesidad básica para todo ser humano. Jamás imaginé que la comida estuviera tan estrechamente relacionada con la vida, mucho menos que pudiera atraer alguna maldición consigo o que reflejara la trayectoria de una persona.


La abuela terminó con la olla y la puso al fuego, luego salió de la cocina, probablemente al baño. Yo observé las ollas sobre el fuego y miré a la mesa, me di cuenta que la abuela había dejado uno de los tamales que se pegaron sobre ella. Iba a tirarlo por aquello de la maldición, pero no estaba en una guerra y yo no era un guerrero, supuse que la maldición sería cosa de los antepasados. Lo comí antes de que la abuela regresara.


No dejé de pensar en la historia de la abuela, en la maldición del tamal. Ese día la cabeza me dio vueltas y cuando la familia estaba reunida comiendo los tamales de la abuela, todo parecía tener sentido. Para mí los tamales comenzaron a tener un significado. La abuela, como siempre, los comía con una especie de devoción mística y yo seguí su ejemplo, pero recordé aquel tamal que no tiré a la basura. Me sentí culpable y nervioso. ¿La maldición caería sobre mí? ¿Debí hacer caso de la abuela?


Días después de la reunión tuve un examen en la escuela para el que sólo repasé en la noche, seguía pensando en aquel tamal y pocos días después de presentarlo me dieron la calificación, había reprobado. La maldición del tamal había caído sobre mí, todo aquello por un tamal pegado; o tal vez debí estudiar más para el examen.


 

Estudiante de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana y cuenta con carrera técnica en Contabilidad. Es originaria de Xalapa, Veracruz; vive en la ciudad desde su nacimiento. Protagonizó la obra de teatro “Ciahuameztli Nenequi Icihuca” (“La Señora Luna sigue caminando”), monólogo escrito por Ana Iris Nolasco, el cual se presentó el 08 de marzo de 2016. Escribió guion para TeleUV y participó en la realización del Spot de la FILU 2018.

Es apasionada por las artes; la lectura y la escritura la han acompañado a lo largo de su vida. Escribe teatro, cuento y ensayo.

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