top of page
Buscar
vaterevista

Un último adiós

Actualizado: 26 sept 2019

K.M.


Veo cómo todo continúa; vas caminando por la calle, te ves feliz. Espero realmente lo seas y no estés fingiendo para que la gente evite preguntar por tu bienestar. Después de verte regresé a mi departamento, las cajas invadían el lugar, mis maletas estaban listas y Luna, mi perrita, corría entre ellas mientras Venus, mi gatita, dormía sobre la caja más grande. Ya casi llegaba el día, mañana me iría de este lugar. Era un gran paso, algo difícil porque aquí crecí de maneras que jamás creí posibles a tan corta edad. El boleto de avión descansaba sobre los estantes de la cocina. Me senté entre las cajas.


De pronto sonó mi celular, era Claudia insistiendo en que todos nos juntáramos para disfrutar de mi última noche en la ciudad. Tomé mi bolsa y salí hacia la dirección que me había indicado, no era desconocida pues normalmente nos reuníamos ahí. Llegué y ya había cervezas y comida en la mesa. Todos me recibieron con abrazos y comenzamos a platicar, varios preguntaban si estaba nerviosa y si ya estaba todo listo en mi ciudad destino. Fue una noche terriblemente amena y dulce, me di cuenta de lo mucho que iba a extrañar a mis amigos. Habían pasado varias horas, era casi el final de la noche, cuando sonó el timbre. Entraste a la sala donde estábamos todos reunidos, te acercaste y me saludaste como si fuera cualquier reunión, una actitud normal entre nosotros.


Muy entrada la madrugada informé que ya me retiraba, pues salía temprano al aeropuerto. La despedida definitiva había llegado. Abracé a todos y cada uno de los ahí reunidos, dejándote para el último. Ofreciste llevarme a casa, tranquilamente acepté.


Caminamos al carro, me abriste la puerta y después te sentaste tras el volante. Nos quedamos en silencio durante el trayecto a mi casa; una vez ahí apagaste el motor y nos quedamos en silencio por unos minutos.


- ¿Ya tienes todo? -Tu voz estaba por debajo de lo normal, me di cuenta que temías la respuesta, lo cual me sorprendió.


- Sí, mañana en la noche viene el camión que llevará unas cosas a la bodega y el resto se enviará a la casa nueva.


Suspiraste ante mi respuesta, tu serenidad y la de la noche estaban desapareciendo. Giré mi mirada hacia ti, sin saber qué esperaba ver. Tu mirada estaba centrada en el volante, evitando dirigir tus ojos hacia mí. Estiré mi mano y toqué la tuya, que aún descansaba en la palanca. Al sentir el contacto de mi piel volteaste a verme, no podía leer tus ojos pero sabía que querías decirme algo y por primera vez, no te atrevías a hablar. Iba a retirar mi mano cuando la apretaste, jalando mi cuerpo cerca del tuyo, me abrazaste.


- Necesito entrar, faltan pocas horas para el viaje.


El abrazo duró unos segundos y bajaste del auto, hice lo mismo. Abrí la puerta y entraste conmigo, dejé mi bolsa en la repisa junto a mi boleto. Dirigí mi mirada hacia ti, me miraste con esos ojos a los que pocas veces me pude resistir.


En un arranque desenfrenado, ya sea por mis sentimientos o porque sabía que no te volvería a ver en mucho tiempo, te besé al mismo tiempo que tus brazos me rodearon. Mi cuerpo y el tuyo se acomodaron como si estuvieran hechos el uno para el otro, recuerdo que alguna vez pensamos así.


Cuando abrí los ojos el sol estaba saliendo por el horizonte, su luz entraba por las ventanas e iluminaba ligeramente la cama. Tu brazo y pierna cubrían mi cuerpo junto con la sábana azul, cuyo color contrastaba con mi piel clara. Tu respiración era tranquila a mi lado, la luz iluminaba tu rostro y no pude evitar posar mi mano en tu mejilla. Por mi mente pasaron todos los sucesos de la noche anterior, tenía tanto que no estábamos juntos que fue como si el mundo se reacomodara para seguir su curso. Me acerqué y besé tus labios, respondiste el beso y me di cuenta que habías despertado.


No dijimos mucho, nos vestimos y alisté lo que faltaba para mi maleta de mano. Me ayudaste a meter todo en la cajuela de tu carro, nos dirigimos al aeropuerto, no soltaste mi mano. Al llegar bajamos las maletas, documenté y te quedaste a mi lado hasta que me llamaron a abordar. Me abrazaste y yo a ti, sabíamos que no había vuelta atrás. Nuestro abrazo dijo mucho más de lo que nuestras palabras podrían expresar.


Escribo esto mientras espero a que el avión despegue, mi mente no deja de pensar en ti y mi corazón brinca inquieto cuando recuerdo tus labios sobre los míos. Pude decir tantas cosas, pero no había palabras suficientes para explicar lo que sentía. Ahora me voy, no sé cuándo nos veremos de nuevo pero sé que no estarás lejos.

35 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page