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Cuando se agotó la paz.

JOSÉ SANTIAGO

"Hace tiempo que se alejaron las sonrisas, dejaron de brillar los detalles, tartamudeamos al hablar pues se perdió la verdad en nuestras palabras; somos inquisidores de los sueños, dormimos sin razón, especulamos y dirigimos el talento a la maldad"


José Santiago

Siempre tuve fe en la humanidad, siempre concebí a cada ente vivo como una parte fundamental e insoslayable. Creí y lo hice con tal fuerza que me desprendí de muchas cosas importantes para estar ahí, dando lo necesario y suficiente para ayudar al desarrollo, en todo sentido, de las personas que consideré fundamentales en mi espacio y tiempo históricos determinados.


Sí, la humanidad se corrompió, sus fundamentos vitales se extinguieron, su ser divino murió junto con Zaratustra, cayeron de aquella cuerda floja fijada entre dos torres y se quebraron el alma. Renunciaron a su naturaleza y la convirtieron en polvo, en cenizas inservibles.


La locura, locutora de las bienaventuranzas y los presagios, la contadora de periplos importantes; la portadora de historias, leyendas y mitos; la que en su papel de mesías lograba sacudir conciencias, correr sin rumbo fijo hasta descubrir absurdos o maravillas. Todo aquello que la hacía existir, conmoverse, triunfar, valorar, alterar, renunciar, adquirir, todo eso fue aniquilado por su egoísmo puro y desmedido.


"En efecto, hemos arruinado nuestra oportunidad en la tierra porque cuando se acabó la paz, se agotó también el pensamiento, se arruinó a la crítica, se asesinó el análisis y se perturbó al libre pensador..."

En efecto, das mucho a cada cosa que haces, hasta que logré ver la realidad de esos perturbados patanes que sólo pretenden tener en sus filas a ineptos y estúpidos que ganen premios de pseudo periodismo cultural porque no hay más; a ex directivos de marketing comercial que sólo conocen la televisora local y esa es su vasta experiencia, son esos que se te entregan como amigos y terminan haciéndote a un lado porque su megalomanía. Los compele a creer que sus palabras son exactas y sabias al encontrar el tono teatral patético y asestar: "Tal vez ésta no sea la universidad para vos", a pesar de llevar 5 o 6 semestres en ella.


Así mismo en las relaciones personales en las que los humanos suelen necesitarte sólo cuando tienen algún problema del que no pueden salir y que saben que vos podés solucionar sin nada a cambio, porque es tu naturaleza. Esas relaciones que calificas como puras y amorosas que terminan por contratar a quien te destruya, sin importar el dinero que tengan que pagar; esas que al convivir de cerca jamás tienen un peso para apoyar con una despensa digna, el pago de una renta o el pago de un predial; esas que no llevan ni un peso en los bolsillos para poner gasolina mientras las mueves y prestas tu capacidad histriónica para sin ninguna dificultad ser el chofer de la historia, aunque sea tu propia película, pero que sí pueden gastar cantidades irresponsables para destruirte, desestabilizarte y quebrarte.


Es cierto, hay más gente buena que mala; es cierto, las bombas suenan más fuerte que los besos o los abrazos, eso nos hace creer que hay más ruido que bondad. Sin embargo, es un hecho contundente.


En efecto, hemos arruinado nuestra oportunidad en la tierra porque cuando se acabó la paz, se agotó también el pensamiento, se arruinó a la crítica, se asesinó el análisis y se perturbó al libre pensador que hoy es denostado, encerrado y considerado un perturbado mental peligroso.


Así se sientan los destinos de esta nueva farsa llamada humanidad. Jóvenes acudiendo a brujería negra; hombres y mujeres sin pantalones para decir verdades; parejas con mentalidades individualistas; hijos e hijas traumados por tan patéticas funciones vistas en el teatro del hogar, sacerdotes, pastores, guías vacíos y arruinados.

Cuando la paz se perdió, condenamos a la humanidad a su total destrucción.


 

José Sosa Márquez, también conocido como José Santiago, es un escritor, guionista y actor mexicano. Egresado de la Univerisdad Iberoamericana con la Licenciatura en Comunicación. Cursó talleres de dirección y producción cinematográfica en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba y tomó talleres de fotografía con el maestro Rafael Corkidi en México D.F.

Su carrera profesional es muy extensa, fungió como académico en la Universidad Iberoamericana Santa Fe (México D.F) e Ibero Puebla, en Universidad UVM, Puebla y en el Tecnológico de Monterrey, campus Puebla. Ha sido tallerista en la Vancouver Film School de Canadá.

Es ganador de premios nacionales e internacionales de cortometraje.

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