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Esperando

CRISTÓBAL HERNÁNDEZ


..."Desapariciones forzadas y terrorismo de Estado fueron las notas distintivas de un régimen que se encargó de apagar al tango y avinagrar el Malbec. Ecos del sufrimiento, las madres que ahora se saben abuelas, esperan a sus nietos, no los conocen, pero el amor se abre paso por todos lados."...

La Plaza de Mayo en Buenos Aires se construyó en 1884, al igual que muchas plazas centrales en las capitales, a menudo ahí empieza la patria. Como en tantos otros lugares las plazas principales han visto correr la sangre y el sudor de los fundadores. En la Plaza de Mayo ocurre algo distinto, ahí las madres esperan. La espera no sólo es simbólica sino material, esperan a sus hijos o nietos. La espera que no siempre es calma se transforma en otra cosa, en Argentina es sinónimo de lucha, de amor y justicia; las madres que esperan quieren todo eso, pero se conforman con tener de vuelta a los suyos.


La dictadura de Videla y la junta militar fue una más en aquel retoño de malditas indecencias en los años 70´s en Sudamérica. Desapariciones forzadas y terrorismo de Estado fueron las notas distintivas de un régimen que se encargó de apagar al tango y avinagrar el Malbec. Ecos del sufrimiento, las madres que ahora se saben abuelas, esperan a sus nietos, no los conocen, pero el amor se abre paso por todos lados.


Guillermo Pérez Roisinblit, es hijo de Manuel Pérez Rojo y Patricia Julia Roisinblit, detenidos y torturados por la Fuerza Aérea Argentina. Guillermo creció como hijo de Francisco Gómez, oficial de la Fuerza Aérea, y la esposa de éste, Teodora Jofré. Al amparo de la violencia, Guillermo creyó que aquel a quien llamaba padre, vivía para golpear a quien conoció como mamá. Las golpizas que éste propiciaba a su esposa, los obligaron a buscar refugio en tantos lados como les fue posible. Una dictadura militar confiere a los elementos castrenses la omnipotencia de quien se sabe intocable, Gómez encontró a Guillermo todas las veces.


“Yo a tu mamá la traté bien, le llevaba leche y huevo duro a escondidas de mis superiores. Hasta la sacaba a pasear por la RIBA, siempre que se portara bien. Mientras estuvo embarazada nada le pasó. No puedo decir lo mismo de tu papá” fue la respuesta que muchos años después Gómez le daría a Guillermo al confrontarlo sobre su origen. Sus padres fueron militantes de una organización opositora a la dictadura militar (el Grupo Montoneros). Su padre falleció a consecuencia de las torturas recibidas, jamás conoció a Guillermo, fue arrebatado de las manos de Patricia apenas nacido y llevado para ser criado como hijo de Gómez.


Leyendo sus declaraciones, quisiera que la historia de Guillermo fuese un caso atroz y atípico que inspira a una novela que se vende mucho, a causa de la singularidad de los hechos, las madres que esperan en la Plaza de Mayo nos dicen que no es así. Miles de perseguidos políticos fueron detenidos, torturados y asesinados por los cuerpos de seguridad de la dictadura militar. Nadie olvida lo que pasó, los años se acumulan y el proceso de justicia, aunque lento, pone al descubierto heridas que poco a poco cicatrizan. Guillermo no olvida, su abuela tampoco, esperó durante años en la Plaza a que Guillermo estuviera, sin conocerlo lo quiso tanto, peleó por él, al final la dictadura no logró enterrarlo todo.


“el 23/12/2003 fue la última vez que fui a visitarlo. Ese día también estaba borracho. Luego de varias recriminaciones me dijo -...pero quédate tranquilo que algún día voy a salir, y ese día les voy a poner una bala en la frente a vos, a tu hermana y a tus abuelas” señalaba Guillermo, como un grito de ayuda al público amorfo que lo vigila y lee en el internet. En 1987 fueron promulgadas dos leyes; Obediencia Debida y Punto final, una amnistía generalizada para los militares involucrados en los crímenes de lesa humanidad cometidos en contra de Guillermo y otros tantos. Durante el gobierno de Macri ambas leyes fueron derogadas, los últimos recuerdos de la dictadura viven en Gómez, en estas leyes, en las pesadillas que aún le quitan el sueño a Guillermo.


Gómez está a punto de obtener prisión domiciliaría, los jueces de la causa consideran que a su edad la cárcel no es un lugar apto. Guillermo tiene miedo, miedo por él, por su recién encontrada familia, miedo de un pasado que lo atormenta como a toda Argentina, la dictadura vive con Gómez, en esas balas que juró poner en la frente de Guillermo. Su historia no sólo es informativa, huir ya no es una opción, él sabe que si Gómez sale, será como si Videla nunca hubiera dejado el poder.


Rosario Sayago[1] entierra una varilla en un predio a las afueras del Puerto de Veracruz. Martha González lo huele “tierra mojada”. La naturalidad tiene sus tintes macabros, la varilla y ese olor indican que ahí hay restos, el esposo de Rosario, el hijo de Martha. 283[2] muertos, la cuenta quizá ya se perdió, el Colectivo Solecito sale a buscar a donde nadie va. Las cifras de desaparición forzada, y secuestro rivalizan y superan a las de una dictadura cruel y sangrienta. Acá vivimos una guerra que huele a tierra mojada, decenas de miles de muertos indican que en México ha llovido demasiado, más de lo que los diques de la memoria pueden sostener. El Colectivo Solecito es una fuga en ese dique, las mujeres que saben que, en la tierra, están los suyos.


En México nadie espera en el Zócalo, las tragedias de la provincia resultan ajenas al habitante de la capital. El Zócalo es la única plaza con el tamaño suficiente para albergar a las mujeres que esperan a que regresen los suyos. En la patria que huele a tierra mojada, las mujeres salen a buscar, aunque llueva. En México los verdugos no tienen caras reconocibles, son aquellos, los otros, los innombrables, nadie sabe de dónde vienen y en dónde dejaron a los nuestros, ellos son los que traen la lluvia, nada más apropiado que quienes lleguen después de ellos sean “el Solecito”.


Tan peligroso como el crimen organizado resulta el olvido, la banalización de lo que aquí ocurrió, donde los muertos se cuentan como en zona de guerra. Es peligroso olvidar, olvidar que Guillermo nunca conoció a sus padres, que el hombre a quien llamó Papá se encargó de desaparecer a los suyos, olvidar que allá en el monte, una mujer con varilla anuncia que huele a tierra mojada, otro número a la estadística, un llanto más que nadie escucha, una plegaria que sólo el amor contesta.


 
  • [1] Rosario Sayago y Martha Gonzalez, son miembros del Colectivo Solecito.

  • [2] Se hace referencia a la cifra de cuerpos encontrados en el predio Colinas de Santa de Fe en la ciudad de Veracruz, que, de acuerdo con las últimas cifras de la Fiscalía del Estado, los restos ahí encontrados ascienden a 283, después de encontrar una nueva fosa el pasado 25 de diciembre de 2018.

Cristóbal Hernández es Licenciando en Derecho por la Universidad Anáhuac Xalapa. Siempre se ha interesado por la crítica social, los temas de política nacional e internacional. Redacta el comentario editorial para el Semanario En Privado Veracruz. Actualmente es especialista regulatorio para Red Bull Latinoamérica.


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