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vaterevista

Iglesia y Estado o Iglesia-Estado.

Actualizado: 2 ago 2019

JOSÉ SANTIAGO


“Difícil es entender los estragos de las frustraciones personales. Somos, por instantes luces en el cielo y de pronto apagamos el deseo que nos une bajo las mismas premisas y filosofías de vida. Ya no volamos sin perseguir conveniencias, sólo rondamos por los viejos callejones que nos disponen de momentos sutiles que parecen felicidad, aunque éstos estén plagados de falsos arrullos e hipocresías indubitables.”


José Santiago



A la Iglesia no le han bastado sus años prósperos durante los siglos correspondientes. No les ha bastado quemar mujeres y gritar que eran brujas; no les ha bastado hacerse millonarios manejando a su conveniencia “sus” templos; no les ha bastado asestar en contra de los partidos políticos que son “herejes” y “eclesiofóbicos”; no les ha bastado mantener en la mente de millones de mujeres la necesidad de recibir los “hijos que Dios les mande” aunque estos sean de ellos mismos. No le ha bastado inmiscuirse en los procesos políticos de la vida del país o construirse palacios en vez de casas con el dinero de sus fieles feligreses; aletargar los procesos de pensamiento intelectual en las sociedades “libres” y “laicas” o ser expuestos a nivel mundial por casos de pederastia. Ahora, los integrantes de la institución están envueltos en un delito, no menor, que es el lavado de dinero dentro del Vaticano y, por si no es suficiente, tienen a un Maciel muy familiar.


Sí, lo sé, sé bien que dentro de cada institución -sea política, religiosa, cultural- existen buenos y malos elementos, estoy de acuerdo. Sin embargo, la realidad vigente nos compele a reflexionar a profundidad y con seriedad lo que hoy está tratando de hacer la Iglesia católica en México, acompañados por obvias razones del poder opositor, créame hermano lector que de existir un gobierno que fuera de la mano de alguna otra religión, también generaría mis críticas buenas y malas, dependiendo de su desempeño. No es mi objetivo destruir una institución religiosa, pero sí exponer a quienes se han aprovechado de ello para asistirse de privilegios tanto económicos, como morales. Los “sacerdotes guías” exigen hoy día, la posibilidad de poder representar políticamente a un municipio y, por qué no, a un estado. Hoy estamos detenidos en el tiempo, atascados en el nihilismo y, por momentos, retrocediendo sin temor a aquello que aparentemente se había superado en la historia: una sociedad mesiánica, fideísta y abandonista.


Hoy, sin más, ofrecen a su público el más puro estilo de las carpas escénicas, discursos desde su poderoso y eterno curul compuesto de frases bien planeadas y manipulatorias con respecto a la vida política, la decisión libre de las mujeres que por actos ilícitos y no castigados como la violación o los abortos no planeados, se sientan mal y temerosas porque Dios no quiere que ningún ser muera sin nacer. Esa iglesia que ha generado no sólo incertidumbre en el pueblo, sino un pánico espiritual que saben bien, se alimenta de frustraciones, complejos, necesidad y un bajo perfil de autoestima. Sé bien que esto no es exclusivo de una representación religiosa, no eximo a cristianos, mormones, testigos de Jehová, budistas, taoístas, entre otras tantas aparentes filosofías del amor, el respeto y la tolerancia. Sin embargo, hermano lector, usted lo sabe bien, en este país, tampoco se tiene la libertad de conocer para elegir.


Por lo general, nacemos en hogares católicos, más bien Guadalupanos, y nos transmiten tanto verbal como corporalmente lo que “debemos hacer” y “cómo lo debemos hacer”, sin cuestionamientos. Es saludable, a mi criterio, otorgarle reglas a la sociedad para convivir pacífica y respetuosamente, aunque no es este el caso. La palabra “religión” proviene del vocablo griego “religare” que quiere decir unión, así que usted sabe que no miento, cuando afirmo que el objetivo inicial, o el “Arche” de las iglesias, no sólo ha claudicado sino que, tristemente, se ha incorporado, sin escrúpulo alguno, a la vida capital, utilizándose a sí misma como una especie de casa de bolsa, en donde también se venden perdones y vidas eternas.


En este instante los latinoamericanos nos encontramos sumergidos en una profunda crisis que deriva de las desgastadas formas, métodos y teorías que, a base de fuerza hemos tenido que deglutir, literalmente, sin cuestionarnos nada. Y ese es mi punto, hemos perdido la brújula de la filosofía, ya no se tiene esa necesidad de cuestionar y los que lo hacen son reprimidos, tanto por las religiones como por los políticos y sus estructuras policiales y militares.


Así pues hermano lector, no nos ceguemos ante esta situación que atañe a todos. Jamás diré que una religión es mala, porque ella no tiene la culpa de sus seguidores y feligreses fanáticos, que son quienes sentados en su fundamentalismo, han apoyado a gente como el cardenal Norberto Rivera, dictador, intolerante, político y manipulador; al cardenal Sandoval Íñiguez, homofóbico, millonario, jugador de apuestas en el golf y al ya extinto Shulenburg, ex-abad de la basílica de Guadalupe, quién en 33 años al frente de la misma, se enriqueció de una manera majadera y paradójica a la filosofía que promulgaba, además de decir una verdad que a millones incomodó, cuando sin más asestó que Juan Diego no había existido como tal, que era sólo una metáfora religiosa y de fe. De igual manera, en alguna ocasión lo mencionó Jorge Casaretto en 2002, entonces obispo de San Isidro, recordando aquella muerte misteriosa de Juan Pablo I y a lo que se atrevió a percibir como un posible asesinato porque en ese momento se sacudía la Iglesia por un problema con el banco Ambrosiano; es decir, no es un tema de hoy y se está fortaleciendo esa fuerza obscura, que maneja, no la religión católica en sí misma, sino los hoy políticos mal llamados sacerdotes, que buscan más beneficios terrenales que astrales, ¿será que por fin acabó la discusión de la existencia de Dios como verdad única?


Los mismos sacerdotes hoy entienden que la mejor manera de llegar al cielo, no es precisamente haberse abstraído para ser sacerdotes y con ello llevar ventaja para alcanzar el bíblico paraíso, sino la comprensión de la necesidad real y primaria del mundo para asirse a algo o a alguien que les dé consuelo. Recordemos que los griegos, sabios y afamados por su razón, también tenía esa necesidad primitiva de explicarse lo inverosímil o lo difícilmente alcanzable tocando e inventando deidades que de manera lógica podían existir, pues así lo hacían. Ejemplos hay miles, como el dios del sol, de la guerra, del amor, etc. Ésto de alguna manera les permitió mantener un equilibrio moral y ético de sus pensamientos y acciones, cosa contraria a lo que pasa hoy día en México. Sin más, cualquier nuevo rico cardenal puede usar la manipulación, primero para hacernos ver que la libertad de expresión es importante y es un derecho -en estas cuestiones estoy en total acuerdo-, pero cuando la libertad de expresión es utilizada para hacer campañas proselitistas a favor de alguien o algo; cuando esa libertad se propone con fines absolutamente electorales y personales; cuando esa libertad se utiliza para aprovecharse de los menos afortunados intelectualmente hablando; o cuando es utilizada para violentar y violar la constitución y las reglas gubernamentales que atañen sólo al Estado y a nosotros, y esa libertad es utilizada ante el cuarto poder (la prensa), ya no estamos hablando de un entendimiento a fondo del significado de la escisión del Estado y la Iglesia.


En fin hermano lector, veremos qué tan coherente es ahora esta desgastada forma de pensamiento, no por creencia, sino por desvirtuación.


Estaré atento a escuchar lo que ahora tienen que decir esas instituciones políticas llamadas Iglesias, ante las tantas incongruencias puestas en la mesa por siglos. Hoy es necesario, más que nunca, un pensamiento libre y sin prejuicios hiperracionales, es menester de aquellos que se jactan de ser individuos preparados cultural e intelectualmente en universidades prestigiadas, convencer al nuevo esquema mundial de elegir a partir del otro, sin abandonar de ninguna forma la necesidad individual. Hoy más que nunca debemos aprender a pedir lo que necesitamos y no lo que queremos, de lo contrario seguiremos manteniendo caprichos de quien se pare a tocar a nuestra puerta.


 

José Sosa Márquez, también conocido como José Santiago, es un escritor, guionista y actor mexicano. Egresado de la Univerisdad Iberoamericana con la Licenciatura en Comunicación. Cursó talleres de dirección y producción cinematográfica en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba y tomó talleres de fotografía con el maestro Rafael Corkidi en México D.F.

Su carrera profesional es muy extensa, fungió como académico en la Universidad Iberoamericana Santa Fe (México D.F) e Ibero Puebla, en Universidad UVM, Puebla y en el Tecnológico de Monterrey, campus Puebla. Ha sido tallerista en la Vancouver Film School de Canadá.

Es ganador de premios nacionales e internacionales de cortometraje.

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