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La necesidad de ser.

JOSÉ SANTIAGO

"Somos esperanzas desajustadas, llenas de temores infundados, paranoicos seres en pañales que no saben distinguir entre la realidad vigente y la nostalgia de las fantasías que formamos en la cabeza. Nadie permite la aventura de las necesidades naturales, somos como gusanos esperando ser devorados por gallinas gigantes que gobiernan dictatorialmente y aceptamos su violencia absoluta agachando la cabeza, saboreando su ignorancia."


José Santiago

"Permite la mentira fantástica de hacer sentir a un pueblo -sin base educativa crítica- que es cuidado por quienes violan cada día los derechos básicos de los ciudadanos y de la gente de las comunidades."

Somos, sin lugar a duda, una sociedad victimaria y víctima al mismo tiempo. Primitiva, desenfocada, altanera, clasista, deteriorada, afligida y rutinaria, pero también somos unidad, fuerza, equilibrio, virtud, solidaridad, atrevimiento, soñadores, revolucionarios, evolucionarios, complejos y únicos. Nos hemos topado con nuestro propio espejo y no nos gusta lo que vemos, por esa razón, hoy vivimos contaminados porque nos molesta sabernos, reconocernos, mirarnos de frente y darnos cuenta de que en el valor más importante hemos fallado: la educación de un pueblo, el eje principal de cualquier sociedad que decida o necesite ser trascendental. Esa sociedad que puede presumir que es equilibrada entre especies, que respeta cada momento de vida con sus formas naturales y no se concatena con la espuriedad vacua; esa que ha llenado los espacios públicos de ambientalistas fumadores, de defensores del LGBT, que odian a quienes gustan de la fiesta brava; a animalistas que maltratan a sus hijos y familia; a ignorantes que opinan de política porque está de moda; a provida que matan todos los días a los próximos que no comparten opinión con sus palabras o intolerancia; a activistas de derechos humanos que consideran a todos los asesinos, violadores, golpeadores de mujeres, niños hombres, dignos de un perdón.


Todo se ha dispuesto de manera perfecta, jugando el juego mágico, el juego del dominio disfrazado de buena voluntad y de ética falsa. La vieja creencia del orden a partir del verdugo. Esa creencia que se analoga a la perfección pura con el síndrome de Estocolmo. Permite la mentira fantástica de hacer sentir a un pueblo -sin base educativa crítica- que es cuidado por quienes violan cada día los derechos básicos de los ciudadanos y de la gente de las comunidades. Esos hombres y mujeres que día a día se disponen a ejecutar órdenes insolentes, y que se atribuyen creyéndose autoridades, por ende, distanciándose de su propósito real: el servicio público.


Todo parece perfecto en una tarde de tacos callejeros en el que pueblo; cochambre, risas y un trompo de tacos al pastor se unen en la misma escena en la que irrumpen esos hombres de azul, que bajan con metralletas desenvainadas, con pistolas 45 mm, con la prepotencia en los hombros y el coraje de un pueblo harto de su codicia contagiosa. Una escena de película que tiene ese toque popular e institucional, con el que más de uno fantasea, de querer aniquilar o desaparecer su legado de terror. Sin embargo, callan, se mantienen sigilosos y contundentes con la cabeza agachada, con miedo de verlos a la cara, con temor a ser reprendidos, como una madre a su hijo pequeño que posiblemente ha cometido un error.


El marco es perfecto, no hay nada que decir. El taquero alimenta al vagabundo de la esquina, se divierte con sus clientes, saborea su dulzura, no le importa que le queden a deber dos pesos y luego se lo paguen. Ellos son la representación perfecta del pueblo noble y poderoso.


El otro escenario, los cavernícolas armados que no hablan con el pueblo, que dan órdenes, que le avisan al taquero que van a dejar la patrulla ahí parada por unos minutos mientras llega su relevo. La radio suena marcando a un chivo de playera blanca y otro de playera verde, pienso de inmediato estos parias persiguen pueblo. No ladrones, no asesinos, no gente de traje. Ellos representan a la perfección a las instituciones políticas de este país, de este mundo.


Platico con un militar nostálgico. Escribe a su esposa, tiene tiempo que no la ve. Me dice sin pensar: tenemos órdenes de disparar al aire cuando seguimos delincuencia organizada, ya sabes, los jefes… Nosotros debemos obedecer…Al final, es la necesidad de ser… De ser alguien, sólo eso, la necesidad de ser…


 

José Sosa Márquez, también conocido como José Santiago, es un escritor, guionista y actor mexicano. Egresado de la Univerisdad Iberoamericana con la Licenciatura en Comunicación. Cursó talleres de dirección y producción cinematográfica en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba y tomó talleres de fotografía con el maestro Rafael Corkidi en México D.F.

Su carrera profesional es muy extensa, fungió como académico en la Universidad Iberoamericana Santa Fe (México D.F) e Ibero Puebla, en Universidad UVM, Puebla y en el Tecnológico de Monterrey, campus Puebla. Ha sido tallerista en la Vancouver Film School de Canadá.

Es ganador de premios nacionales e internacionales de cortometraje.

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