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Nos falta teatro

CRISTÓBAL HERNÁNDEZ


Hemos perdido la sensibilidad a muchas cosas. La vorágine de violencia en que está sumergido el país nos ha dejado con una escasa capacidad de asombro y unas marcadas cicatrices en el inconsciente colectivo. Pocas cosas en el panorama nacional tienen la capacidad de provocarnos la sonrisa que sucede después de contemplar la existencia y pensar que mañana quizás sea un mejor día. En el ideal social, las bellas artes son las responsables de cumplir esta vital función.


"El teatro nacional rara vez se atreve a tocar los nervios de la audiencia. En “Privacidad”, Diego Luna y Luis Gerardo Méndez abordaron de forma excepcional las redes sociales, el big data y otros problemas de nuestro tiempo. Acudir al teatro debería movernos en alguna dirección con un mensaje claro y contundente"

En Guerra Mundial Z de Max Brooks, el mundo se enfrenta a un terrible apocalipsis zombi y, además de los muertos vivientes, la sociedad debe enfrentar otro terrible enemigo, la falta de esperanza. Debido al estado catastrófico del mundo, la gente se iba a dormir sin despertar al día siguiente, moría por la mera falta de esperanza. Es cuando un antiguo director de cine, puesto a recoger escombros en esta nueva sociedad, decide filmar una serie de batallas contra los zombis; el resultado es inmediato, la gente deja de morirse en las noches.


Reconocer a un enemigo siendo vapuleado, aunque sea en la ficción, tiene sus trazos constructores. Durante la Alemania Nazi, Leni Riefenstahl hizo un hábito de mostrar las dificultades de los alemanes durante la República de Weimar a manos de los judíos, para después engendrar un apoteósico regreso del orgullo alemán a manos de Hitler. La reproducción de las aspiraciones de una sociedad siempre tiene en el centro la conquista de los enemigos más íntimos y odiados.


La reflexión desde las artes de las aspiraciones más importantes de un pueblo siempre parece ir ligada a un mensaje político que escasea y es manipulado en tiempos de opresión. ¿Tienen las artes esta responsabilidad? La tradición de política y mensaje artístico tienen sus puntos álgidos y sus puntos de inflexión. En el Juego que todos jugamos, obra clásica de Jodorowsly, nada parece tener un guión aunque su mensaje se acerca más a crítica sin querer serlo. ¿Puede el teatro ser solo teatro? En Conferencia sobre la lluvia de Juan Villoro, atestiguamos un precioso monólogo que se elabora en la soledad: una reflexión sobre el hombre, sus relaciones y sus miedos, mientras le cuenta a su gato todo lo que quiere contarle a la audiencia.


El mexicano que tiene muchos deudores de penas quisiera a verlos a todos siendo ultimados como los nazis en Bastardos sin gloria. El teatro nacional rara vez se atreve a tocar los nervios de la audiencia. En “Privacidad”, Diego Luna y Luis Gerardo Méndez abordaron de forma excepcional las redes sociales, el big data y otros problemas de nuestro tiempo. Acudir al teatro debería movernos en alguna dirección con un mensaje claro y contundente.


La revelación de las aspiraciones y miedos sobre un escenario debería tener más espacios que los actualmente disfruta. Cierto es que una forma de entretenimiento realizada al auspicio de la democracia, debería poder colocar la oferta que se le venga en gana, pero Arturo Beristain en “Conferencia sobre la lluvia” tiene algo más importante que decir que cualquier mensaje que tuviera Daniel Bisogno, actor del Tenorio Cómico.


Si una forma de arte no remueve consciencias o invita a la reflexión más allá del impulso visual, quizás haya fracasado en su fin último. Falta en México una reflexión consistente de su realidad en el teatro y en muchas de las bellas artes. Cuando “La Ley de Herodes” nos presentó un México sumido en la corrupción y las asquerosas garras del priismo, pudimos entender que hacía falta una reflexión más profunda. No pretendo equiparar una forma de arte con otra, pero la intención debería ser la misma.


Todos los días, mientras me dirijo de mi oficina a mi casa, paso justo frente al Teatro Legaria, en donde además de numerosas obras infantiles, se exhiben un par de títulos que poco o nada invitan a una reflexión profunda, ya sea política, social o de cualquier otra índole, nos estamos quedando cortos. O tal vez son sólo los estertores de un periodo tumultuoso en el que buscamos la crítica en los lugares más recónditos, el tiempo lo dirá.


 

Cristóbal Hernández es Licenciado en Derecho por la Universidad Anáhuac Xalapa. Siempre se ha interesado por la crítica social, los temas de política nacional e internacional. Redacta el comentario editorial para el Semanario En Privado Veracruz. Actualmente es especialista regulatorio para Red Bull Latinoamérica.

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