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Nuestra ira y las bocanadas de nada

JOSÉ SANTIAGO

“La gran estafa de nuestras vidas es seguir protegiendo lo que nos daña y abrazar nuestras mentiras antes que despertar, abrir los ojos, elevar los ojos y volar hasta donde no creemos llegar. Simulamos y nos deterioramos, pues así hemos decretado nuestra existencia a partir de nuestra vil decadencia.”


José Santiago


Una vez más estamos en medio de actos históricos insoslayables e inauditos. Ellas, las mujeres que durante siglos han intentado a toda costa ser vistas y alabadas por su labor humana; ellas, que se han tenido que humillar para exigir lo que les corresponde; ellas que, hoy se vuelven revolución y gloria.


Cada parte tomada, cada medida establecida, cada necesidad de gritar a los cuatro vientos un: “Hasta aquí”, un “ya basta”, un “No más” tan necesario y suficiente, tan esperado y deseado, ha quedado en un suspiro santurrones que han olvidado la historia de este país acribillado, mancillado y explotado por tantos mafiosos y rufianes que convencieron al pueblo de ser sus legítimas autoridades. Hermano lector, usted se preguntará ¿a qué se refiere este cabeza dura? Pues bien, vayamos por pasos. Si bien es cierto que el movimiento feminista ha dejado claro lo que no desea, también me asaltan dudas precoces y lastimeras. No me fue posible, después de ver los daños monumentales al Ángel de la Independencia, apartar ese grave pensamiento pero preciso sobre lo que durante años practicaron los viejos partidos políticos para hacer que un movimiento social legítimo, se convirtiera en una portada amarillista y desvirtuada de su principio. No puedo evitar pensar que hay mano negra, que los grupos opositores, siguen relacionados con esas viejas prácticas en las que se contrataban porros por módicas cantidades de dinero, manteniendo así la necesidad de tener comunidades en extrema pobreza, que se prestan a denostar y vulgarizar una necesidad legítima de alzar la voz contra los feminicidios que azotan diariamente a éste país.


Tampoco puedo escindirme de creer que existe la posibilidad, sin lugar a dudas, de que durante estos acontecimientos se esté fraguando algún plan que termine de ponernos contra la lona económica, política, social, militar e irracional. Todo se plantea como un verdadero caos. Sin pies, sin cabeza, sin luz.


Por otro lado, se puede defender lo que se necesite defender, pero debemos dejar de ser tan hipócritas. Valoremos o evaluemos los hechos de la misma manera. Universitarios y universitarias han reclamado y cuando se ha hecho algo así (pintas en monumentos históricos), la sociedad reprende; si un grupo campesino lo hace, se juzga; si son grupos de derechos humanos, también son reprendidos. ¿Qué hace diferente a este hecho?


Ahora bien, tampoco me sorprendería, como lo externé anteriormente, que el Gobierno mantenga las viejas prácticas de contratar grupos de choque para desvirtuar este movimiento, así como tampoco descarto que hay enojo acumulado y justificado por parte de nuestras hermanas, que por tantos siglos han sido objetos de la historia y no sujetos de la misma, por conveniencia del macho impositor.


"Es menester alcanzar la meta del entendimiento y comprender que primero, son seres humanos; segundo, que están enfermos y por ello no debemos simplemente juzgarlos o desecharlos."

Ojalá este mundo entienda que, aunque nos llamen como nos llamen, somos una unidad, que el género existe porque no somos iguales, somos diferentes, pero bajo la premisa de las bases en los derechos humanos, somos iguales. Tampoco dudo que los políticos, con tal de sacar raja, pueden estar detrás de estos actos también. En un país como México, nada se puede dudar. Triste realidad.


Yendo hacia el plano espiritual-social, todo se degenera en la ira, esa que se ha acumulado más y más. La intolerancia ha crecido de manera significativa y alarmante. Si en casa habláramos de esto, no tendríamos la cruenta necesidad de ver a nuestras hermanas desgarrándose el alma por justicia.


La ira es uno de los contaminantes más astutos que viven en este planeta, lleva consigo discordia, petulancia, intolerancia, frustración, amargura, reacciones incongruentes, violencia verbal, psicológica y física. Es uno de esos parásitos vivos aprendidos en casa. Uno de esos pseudo sentimientos enseñados para destruir. Es una emoción humana desgastante, no sólo para quien la porta, sino también para quienes la viven o conviven con alguien así.


La ira es un trasmutador o transformador de almas buenas convirtiéndolas en armas hirientes, cuyo fin es acabar con quienes rodean a este ser.


Es menester alcanzar la meta del entendimiento y comprender que primero, son seres humanos; segundo, que están enfermos y por ello no debemos simplemente juzgarlos o desecharlos. Lo más cómodo siempre será deshacernos de ellos, como si fueran productos de uso único. Lo complejo es comportarnos como verdaderos entes de amor para servirles de guía y armonizar sus vidas. Esto incluye la toma de decisiones difíciles, que puede exigir sacrificios personales, complejos o sorprendentes. Existen casos en los que el amor inconmensurable nos pide dejar ir a esas personas, aún estando profundamente enamorados de éstas. Muchos de estos seres llenos de ira viven en la confusión y su mente es un mono agitado que no encuentra reposo, a veces la única forma de salvarlos es su libertad total. El sacrificio hecho por amor real, siempre será bendecido por el universo mismo y devolverá gratas energías y emociones. Cuando el sacrificio se da a causa del enojo (distinto a la ira), un tsunami retornará, convirtiéndonos en una posibilidad más para esta enfermedad llamada ira. Convirtiéndonos en una mala experiencia de vida para los próximos.


La ira no conoce límites y está dispuesta a romper la armonía en donde quiera que esté parada. Es un ente vivo, alimentado por una mente débil, frágil e inconsistente, que usa el pasado, los rencores, el orgullo y la confusión para vivir.


Cuando una persona habla llena de ira, es porque está sufriendo mucho. Y al estar sufriendo tanto, se llena de amargura. Siempre estará dispuesta a quejarse y a echarle la culpa a los demás de sus problemas por eso nos resulta tan desagradable escucharlos y tratamos de evitarlos.


Para comprender y transformar esa ira, debemos aprender a escuchar compasivamente y hablar con afecto.


Si escuchas con compasión a una de estas personas, quizás alivies un poco su sufrimiento; sin embargo, aunque lo hagas con la mejor intención del mundo, no podrás escucharla profundamente hasta que no hayas practicado el arte de escuchar compasivamente.


Si eres capaz de sentarte en silencio y escuchar con compasión a ese prójimo durante una hora, podrás aliviarlo de mucho sufrimiento. Escúchalo con un único objetivo: que pueda desahogarse y que sufra menos. Mientras lo escuches mantén viva tu compasión.


Mientras lo hagas debes estar muy concentrado. Debes concentrarte en la práctica de escuchar con toda tu atención y todo tu ser: con ojos, oídos, cuerpo y mente. Si sólo finges estar escuchando sin poner el 100 % de ti mismo, esa persona lo sabrá y no podrás aliviar su sufrimiento. Si sabes cómo respirar conscientemente y puedes mantenerte enfocado, y centrado en el deseo de calmar su sufrimiento, podrás conservar tu compasión mientras escuchas.


El escuchar compasivamente, es una práctica muy profunda. No escuchas para juzgar o culpar, sino porque deseas que ese prójimo sufra menos, sea tu padre, un hijo, una hija, un amigo o amiga, o tu pareja. Aprende a escuchar, eso ayudará de verdad a transformar su ira y su sufrimiento.


La ira es una bomba, cuyo refugio preferido son las almas buenas, al contrario de lo que podríamos pensar. La ira genera personas que se convierten en una especie de bomba, que puede estallar y convertir el respeto en miedo.


La práctica de escuchar compasivamente es muy profunda, si se logra, es posible habitar en el alma de aquellos desafortunados que viven hoy en esa vorágine llamada ira y transformar sus vidas.


No existe mejor refugio que la meditación, la respiración y la oración consciente para hacer de éste planeta un mejor lugar para habitar.


No más mujeres muertas, ni una más.


 

José Sosa Márquez, también conocido como José Santiago, es un escritor, guionista y actor mexicano. Egresado de la Univerisdad Iberoamericana con la Licenciatura en Comunicación. Cursó talleres de dirección y producción cinematográfica en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba y tomó talleres de fotografía con el maestro Rafael Corkidi en México D.F.

Su carrera profesional es muy extensa, fungió como académico en la Universidad Iberoamericana Santa Fe (México D.F) e Ibero Puebla, en Universidad UVM, Puebla y en el Tecnológico de Monterrey, campus Puebla. Ha sido tallerista en la Vancouver Film School de Canadá.

Es ganador de premios nacionales e internacionales de cortometraje.

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