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Que se mueva, que se mueva al ritmo del dictador

JOSÉ SANTIAGO

“No importa cuán lento avances, siempre y cuando seas capaz de mantenerte en el camino, sin importar quien coloque más minas en tu jardín, sin importar quien seque el pozo de tu hogar, sin importar que ataquen a traición…sin importar la propia vida.”

José Santiago

Decir que cada cabeza es un mundo es simplificar algo tan complejo al grado que suena a una realidad a medias. Existen códigos y razones que encausan a un pueblo bajo sus circunstancias a determinados fines. Códigos que nos permiten acordar o discrepar, de lo contrario cada uno haría lo que le viniera en gana afectando la frontera del respeto hacia los demás.


Cuando un pueblo, por ende, entra en crisis por circunstancias ajenas a la propia naturaleza, es decir, cuando una comunidad se ve afectada por la toma visceral de decisiones de unos cuantos tratando de homogeneizar ideas y emociones, el propio organismo humano defiende sus líneas pues entiende una contradicción en el concepto de libertad.


..."puedo decir que México es uno de los países con mayor afluencia de inconformidades, con mayores rezagos en cuestiones sociales y sanitarias y con mayor desigualdad en América Latina; el territorio es extenso y la población rebasa los cien millones"...

Cada sociedad tiene el derecho a proceder como mejor le convenga cuando siente amenazada su libertad y su libre decisión. Procede entonces unificarse para no ser aplastados por posibles dictadores. Cuando esta unidad se planea de manera adecuada logra modificar paradigmas y abre las ventanas a nuevas posibilidades en todo sentido.


Ahí, justo, surge el nacimiento de un movimiento que establece objetivos claros para darle al pueblo una esperanza de cambio o de humanidad, dignidad y politización.

Los movimientos sociales por todo lo anterior deben y necesitan coexistir entre y con nosotros. Son base fundamental de referencia para detener procesos inequitativos, desiguales, deshumanizantes. Son contrapesos insoslayables que permiten el ejercicio de la crítica, el análisis, el discernimiento, la charla, el diálogo y las discrepancias.

Un país que carece de dichos movimientos, merece mejores leyes y mejores gobernantes, pues su cooptación o su inexistencia no generan más lectura que la de la dictadura.


Si bien es cierto que hoy en día se ha desvirtuado de muchas formas éste proceso social, aun es una fuente poderosa para derrocar gobiernos enajenados; ejemplos existen muchos, pero el que más me significa por la original manifestación de exigencia a demandas claras, fue la de Brasil, el pueblo harto de abusos políticos, económicos, sociales y humanos, decide confrontar al traidor presidente Collor de Melo y cierra negocios, baila en las calles, convocado por jóvenes estudiantes a los que se les nombró “caras pintadas”. Haciendo que la economía se detuviera por completo, la ecuación es simple, el presidente renuncia bajo presión de un movimiento social bien organizado.

Por todo lo anterior, puedo decir que México es uno de los países con mayor afluencia de inconformidades, con mayores rezagos en cuestiones sociales y sanitarias y con mayor desigualdad en América Latina; el territorio es extenso y la población rebasa los cien millones. Es difícil, por ende, que se puedan cubrir las necesidades primarias de un sector mayor al 60 % de pobres y pobres extremos. Esto, claramente, detona que la inconformidad suba de nivel a uno real, que desencanta, que perturba, que asesina el pensamiento y que estalla en movimientos en los que la mayoría de las ocasiones no se exige mejor educación, mejores aulas, mejores bibliotecas. Todo lo contrario, se exige lo básico, esto es lo real. Vivimos en un país que tiene hambre y no porque se desee, sino porque ha sido impuesta para permanecer inamovible.


Cada movimiento en México está contracturado con los mismos elementos dañinos que propina el gobierno en turno. Movimiento por la paz, movimiento por campesinos exigiendo esclarecer asesinatos históricos como Aguas Blancas, movimiento por los indígenas y su autonomía, EZLN y otros. Movimiento social por los derechos humanos y movimientos sociales para despedir a gobernantes, como el caso que hace algunas décadas vivimos con Mario Marín, ex gobernador de Puebla, o mejor conocido como “El Gober precioso”, pero que tristemente no culminó en un acto siquiera similar al de Collor de Melo. Aquí el pueblo simplemente no existe y al hacerlo, granaderos, tiradores, marina, ejército, se vuelven aliados a la fuerza de sus dueños, mesiánicos de ser sirvientes protegidos y acribillan a quien esté frente a ellos, sea quien sea, para más adelante destacar que son asesinos pero bajo la premisa de cuidar al pueblo que asesinan.


Nunca ha sido respetada la voluntad del pueblo, jamás ha sido escuchada su voz y cuando sucedió, allá por 1968, el gobierno disparó desde abajo y desde arriba, provocando el choque perfecto para justificar un magnicidio en la historia de México.

No necesito decir más para entender cuál es la real trascendencia de un movimiento social en éste país. Las muertes cuentan la historia y al parecer ésta aún no acaba…


 

José Sosa Márquez, también conocido como José Santiago, es un escritor, guionista y actor mexicano. Egresado de la Univerisdad Iberoamericana con la Licenciatura en Comunicación. Cursó talleres de dirección y producción cinematográfica en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba y tomó talleres de fotografía con el maestro Rafael Corkidi en México D.F.

Su carrera profesional es muy extensa, fungió como académico en la Universidad Iberoamericana Santa Fe (México D.F) e Ibero Puebla, en Universidad UVM, Puebla y en el Tecnológico de Monterrey, campus Puebla. Ha sido tallerista en la Vancouver Film School de Canadá.

Es ganador de premios nacionales e internacionales de cortometraje.

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